jueves, mayo 25, 2006

Diversas autoras de Yoescribo en El Rincón Literario de 3 De Nit, con Sandra Llabrés y Joana Pol.

HIPERBREVES e HIPERBELLOS

En el programa del 17 de mayo quisimos homenajear a un par de autoras muy divertidas cuyas intervenciones en los foros del prestigioso portal literario Yoescribo.com llenan su espacio de humanidad, de belleza y hasta de risas, que son bienes muy preciados en un medio que a veces se muestra hostil para las personas sencillas y de gran corazón. De todos es sabido que los foros literarios a menudo se usan sólo con fines autopublicitarios (contra lo cual nada tenemos, ya que todos buscamos información, y los autores noveles pocos medios tienen a su alcance para publicitarse), pero lo que es en realidad preocupante es el hecho de que algunos sujetos utilizan el espacio de un foro para mostrarse snobs, criticones, abusones e incluso frecuentemente crueles con quienes, ya sea por ser mujer o por no tener pretensiones, como ellos, consideran "inferiores".
Por ello se quiso homenajear a esas compañeras que tan agradable hacen nuestro paso por los foros de Yoescribo y de su hermana catalana Joescric.com

Aquí tenéis sólo una pequeña muestra:



EL CUENTO HIPERBREVE.

Ya sabéis lo que se dice: “Lo bueno, si breve, dos veces bueno”. Es una de las máximas que se intenta mantener en la cultura del cuento hiperbreve: narrar historias completas con pocas palabras. Es más difícil de lo que parece! Y no obstante, es una disciplina que está muy de moda: nos los envían por teléfono, por correo electrónico, alguno de ellos acaba convertido en leyenda urbana, muchos en correos que pasan de mano en mano como cosa curiosa, el relato hiperbreve es lo más fashion!!!
Incluso se ha alzado un mercado en torno a ellos: los usan para anuncios publicitarios (sí, sí: ni idea tenemos de cuántos anuncios publicitarios de hoy en día, los más artísticos por cierto, han surgido bajo la sombra de un cuento hiperbreve!), para pequeños guiones de cortometrajes, etc.
Curiosamente, a pesar de la gran popularidad que algunos llegan a lograr, la mayoría se escriben desde el anonimato. Tal vez por eso los mismos autores renuncian conscientemente a su autoría, porque los consideran un género literario menor. Y sin embargo, muchos son auténticas joyas.
Juzguen ustedes mismos!!!!

SENZILLAMENT PERFECTES...


Els primers centelleigs de sol van il·luminar com foc els rosats merlets de la Torre de l'Est. En uns minuts, a mesura que l'astre rei ascendia, els seus raigs van anar lliscant-se cap avall, i quan ja acariciaven el llindar de la porta principal, van sonar a un senyal del Primer Ministre els primers tocs de cent clarins. A un costat i a l'altre de l'imponent edifici, la perla de la bella ciutat, esperaven dos destacaments de la Guàrdia Reial.

Enfront de L'Almudaina, muntat en un cavall de pelatge gris, tan brillant que semblava platejat, estava el Primer Ministre, i una mica més envant dos patges que subjectaven de la brida a altres tants cavalls blancs que serien la muntura del príncep i la princesa. El Ministre va somriure: havia sabut triar, doncs eren dos animals superbs, sense una sola taca o imperfecció en el seu polit pelatge, els bifis rosats, els narius dilatats i blavencs, les crineres onades i els cascs fins, nacrats. Eren senzillament perfectes. En aquell moment, un desagradable pudor va ferir les seves fosses nasals: una d’aquelles precioses bèsties havia amollat un gran cagarro, i a sobre, immediatament després, va deixar escapar un llarg i sonor pet que en el silenci expectant del públic va semblar un tro.

El savi li va dirigir una mirada assassina.



LIDIA CERVANTES. Autora de Yoescribo y de Joescric.


En una ocasión, habían dos enfermos en una austera habitación de un austero hospital.
El que estaba peor (por no poder, no podía ni tener el cuerpo semiincorporado, ligado perpetuamente a varios cables que le mantenían con vida) tenía la cama arrimada a la pared.
El otro, algo más restablecido, podía permanecer horas sentado en su lecho.
Este tenía más fortuna, pensaba el otro, le había tocado en suerte el lado de la ventana.
En los larguísimos días de inacabables horas, se dedicaba a amenizar la convalecencia de su compañero describiéndole el paisaje que se divisaba desde la alcoba.
Le hablaba de un parque de frondosos árboles el cual se hallaba, por los albores de la primavera, salpicado de multitud de precoces florecillas y vegetación diversa.
Había también una fuente a modo de abrevadero con dos chorros continuos de aguas cristalinas.
-Que dicha- pensaba el enfermo más delicado- poder ver toda esa delicia.
A las horas de sol, el paciente de la ventana, relataba a su amigo cómo los niños llegaban, alborotaban, jugaban en los columpios y después se iban.
En días de lluvia, le explicaba a su compañero, el ir i venir de la gente con paraguas de colores y cómo los pájaros buscaban refugio en la ventana o en la copa de los árboles...
Un día, el que estaba peor sanó y, cosas del destino, el que estaba mejor dejó este mundo sumiendo a su amigo, de largas horas de charla, en una profunda melancolía.
Algo mas repuesto pero añorado de su sempiterno relator, le pidió a la monja, que ocupaba el cargo de enfermera, que puesto que aún le quedaba mucho tiempo de estar allí, le permitieran heredar el lecho de su amigo ausente. La enfermera no puso la más mínima objeción conmovida por el gesto.
Ella y un par de auxiliares arreglaron la cama y después acomodaron al solitario paciente en ella.
Cuando hubieron salido de la alcoba, lo primero que el hombre hizo fue mirar por la anhelada ventana... No salía de su asombro. Allí solo había el estrecho pasillo de cemento de un patio, delimitado por un muro de ladrillo y... Nada mas...
Alarmado, llamo a la hermana y le preguntó:
-¿Ese muro? ¿Siempre ha estado ahí?...
-Por supuesto señor... Eso no se construye de un día para otro.
-Pero... Mi amigo me describía un parque, y una fuente, y unas flores...y...
-No lo entiendo señor. Si se refiere al hombre que ocupaba esa cama antes que usted...
Ese hombre era ciego...


CHARO BOLÍVAR.
Esta autora, también de Yoescribo y Joescric, es una de las contadoras de cuentos más hábil que conozco. Escribe muchas veces con su prima y socia Carmen. En breve las vamos a tener a ambas como protagonistas en uno de nuestros programas del Rincón Literario de Tres de Nit.


PUES SERÁ ESO.

Un señor pasea por la calle y se encuentra con un viejo amigo que hace muchos años que no ve (quizás desde la escuela). Después de los saludos y de preguntar por la familia se quedaron mirando el uno al otro. Al observar su felicidad y sus pómulos sonrosados, el primer señor no pudo por menos que preguntarle:

-¿Cómo lo haces para conservarte tan bien?

- Es que no discuto nunca con nadie- le respondió el viejo amigo con una gran sonrisa.

- ¡Hombre!- repuso el primero extrañado- ¡No será por eso!

El viejo amigo se encogió de hombros mientras decía:

- Pues bueno, pues no será por eso...


NUVISHU.
Autora de Yoescribo y de Joescric.

Na Núria és una forera àgil i entremeliada. Ella diu que no és escriptora, però hi ha que veure còm escriu...!!!



RÀPID!!!

Corria tan de pressa, que vaig enganyar el temps. Primavera, estiu, tardor, hivern, primavera estiu tardorhivern! Vaig avançar la lluna, vaig burlar-me del vent! I jo corria, avançava, volava! Volava per paisatges rectilinis, mars de tot, oceans de res, res més que jo. Jo? On? No hi soc, he fugit: he vingut, he passat i he marxat. Avançava tant de pressa, tant de pressa com la por. Trepidant lluita, esforç fugaç. Per què? Per què. Per què?!
[...] M’havia deixar el motiu a la sortida!!!!!

BARTOMEU MARTINEZ I OLIVER, entrevistado por Joana Pol y Sandra Llabrés en El Rincón Literario de 3 De Nit, de IB3-Radio.

Bartomeu Martínez y Oliver es el flamante autor de un libro BELLÍSIMO, y como regidor de Educación y Cultura del Ayuntamiento de Inca una persona muy implicada en el apoyo de la cultura y especialmente la literatura, ya que desde el Ayuntamiento de Inca se han realizado en los últimos tiempos MULTITUD de presentaciones de libros cuya existencia no hubiera sido posible sin el apoyo institucional.

Bartomeu Martínez estuvo en El Rincón Literario de 3 De Nit en un programa muy especial, ya que hablamos de arte y de literatura con una de las personas más implicadas en estos últimos años en el apoyo a literatos noveles o no tan noveles. A través de sus gestiones, el Ayuntamiento de Inca se cuenta como uno de los ayuntamientos que más apoyo en este sentido dan a la cultura en todo el territorio nacional. Pero en esta ocasión el protagonista fue su libro:


JOAN DAURER I LA TAULA GÒTICA DE SANTA MARIA D'INCA 1373



SÍNTESIS

La anexión del Reino de Mallorca al de Aragón el año 1349 obra de nuevo una corriente catalana que supondrá una nueva expansión mediterránea occidental con importantes cambios económicos, demográficos y culturales: es justamente un punto de inflexión de la edad mediana europea. El ámbito de la cultura y de el arte destaca por la gran proliferación de retablos con influencia catalanoaragonesa obrados y realizados por los pintores más vanguardistas del estilo gótico mallorquín como Joan Massana y Joan Daurer. La magia de la pintura gótica mallorquina nos ha traído a estudiar la historiografía de la época medieval como metodología y criterio por conocer e interpretar una obra de arte en concreto.
Este libro está escrito con la ilusión de comprender Santa Maria de Inca (1373) de Joan Daurer, obra paradigmática del arte medieval mallorquín porque hace referencia al primer pintor documentado en Mallorca y la primera pintura sobre tabla datada y firmada por un artista del siglo XIV. Desde el punto de vista formal y estructural, Santa Maria de Inca es el cuerpo central del retablo mayor que presidía la antigua parroquia inquera hasta que en el siglo XVIII se construyó el actual. A través de esta tabla viajaremos al universo artístico y sociológico de un pintor que representó La madona de Inca, nombre con el cual se conoce popularmente al municipio de Inca esta pieza de gran belleza, que muestra la finura de sus trazas, la elegancia, la gran calidad de la composición el dibujo y el cromatismo.
BIOGRAFÍA Y CURRÍCULUM DEL AUTOR

Síntesis del Curriculum de Bartomeu Martínez y Oliver (Inca, Mallorca 1978)

Bartomeu Martínez es premio extraordinario de licenciatura en Historia del Arte a la UIB (Matrícula de Honor 1996-2000) y Doctorando al Departamento de Ciencias Históricas y Teoría de las Artes con la tesis doctoral titulada Usos perceptivos y estéticos del arte religioso mallorquín de la época moderna. Liturgia y iconografía dirigida por la Dra. Mercè Gambús Sáiz y el Dr. Gabriel Seguí Trobat. Miembro titular del Comité Español de Historia del Arte (CEHA) es posgraduado y diplomado en Técnicas de Investigación Científica, Archivística y Paleografia Antigua y Medieval por el prestigioso centro estatal de altos estudios históricos de la Fundación Sánchez Albornoz (Ávila) y la Universidad Complutense de Madrid (UCM) (2000-2002).
La Universitat de les Illes Balears (UIB) y la Diócesis y Obispado de Mallorca becaron al joven investigador al Archivo Histórico del Santuario de Lluc el año 2002 por realizar tareas de investigación archivística de varias series documentales.
Estos últimos años se ha especializado en Técnicas Archivísticas y gestión de documentos (Universidad de Verano Tierras del Ebro 2004), Museologia, teoría y práctica del museo (UNED - Consejo de Mallorca 2004), Tasación de obras de arte (Instituto Superior de Arte IART, Madrid 2005). En referencia al ámbito del comisariado de exposiciones ha sido, entre las dieciséis realizadas, el vice-comisario de la exposición y catálogo Inca, imágenes de una ciudad, imágenes de un siglo (1900-2000) y Los Santos al Arte de Inca. Exposición del patrimonio artístico de Inca sobre los santos, su iconografía y veneración. Trilogía de arte sacro inquero (2001).
Ha impartido y formado parte de un total de veintisiete cursos, ponencias y conferencias entre las cuales podemos destacar Patrimonio religioso. Conocer por conservar dentro del Programa Gestión del Patrimonio Cultural (IMFOF, Ayuntamiento de Palma 2004), al XV Congreso Nacional de Historia del Arte (CEHA) con el título El mensaje perceptivo y estético del arte religioso mallorquín en la época moderna: la iconografía del missal romano (1506) y la última intervención VII Congreso en defensa de nuestro patrimonio Cultural de la Sociedad Arqueológica Lul·liana (SAL-CSIC) titulada Oratorio del Monte de Santa Magdalena lo monte de Inca: hechos históricos y arquitectura religiosa (2006).
Su actividad profesional se cifra alrededor de cuarenta cinco colaboraciones, catálogos, coordinación de ediciones, artículos de investigación y difusión Actualmente es miembro del Consejo de redacción de la Revista Lluc, de la Sociedad Arqueológica Lul·liana (SAL), de la Confederación Nacional de Archiveros, Bibliotecarios, Museòlogos y Documentalistas (ANABAD) y recientemente de la Asociación de Museólogos de España (AEM). Actualmente combina su labor científica y rigurosa de la investigación con la política, asumiendo el cargo durante la VII legislatura (2003-2007) de regidor de Educación y Cultura de la ciudad de Inca.

HIPERBREVES LEÍDOS DURANTE EL PROGRAMA



Eloy Alonso. Autor de cuya presencia disfrutaremos en breve en el Rincón literario de 3 de nit. Un cuento es el choque entre una voluntad y un obstáculo.


La búsqueda.
El joven príncipe había oído hablar de ella por las calles, por las plazas y por los caminos. No sabía cómo se llamaba la pastora, pero todos decían que su figura era impresionante y que el que la veía no la olvidaba jamás. Durante muchas semanas la buscó sin descanso por todo el reino, y al final, exhausto, llegó a la aldea donde vivía. Preguntó a todos por ella, pero no quiso saber ni su nombre ni su edad, sino solo donde pastaba su rebaño. Una anciana le señaló el lugar que buscaba. Sin darle tiempo a hablar, arrancó un puñado de flores del camino, montó en su caballo de un salto y se alejó a galope tendido sosteniendo el ramo en alto, como una bandera. Al llegar cerca del bosque la vio. Ella le devolvió la mirada y a él se le disparó el corazón en el pecho y casi cayó de su montura. Su figura era de veras impactante, inolvidable: ella era... ¡tan grande como una colina, y apacentaba un rebaño de monstruos!
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Galadriel


Hubo una vez una palabra llamada "Te" que vagaba solo por los desiertos vacíos, triste y desamparado. En el camino se encontró otra palabra llamada "Quiero" de la que se enamoró locamente. Formaron matrimonio y con el tiempo tuvieron un hijo llamado "Mucho", creando así la primera frase. El tiempo pasó y ocurrió que la primera generación de palabras nació y con ella, el primer libro. Siglos después, las generaciones de palabras aumentaron y no fue raro ver en las bibliotecas de los humanos montones y montones, miles y miles, de libros; resultado de dichas generaciones. Hablaban de amor, de aventuras, de religión, de cultura, de pasión... Hubo una época en que los humanos, sintiendose pequeños ante la creación de "Te" y "Quiero" decidieron quemar los libros que existieran; pero unos cuantos humanos creian que aquello era una aberración de la belleza y protegieron esos libros y en consecuencia, las generaciones de palabras. Otros, los no muchos, tratamos de imitar lo que nuestros padres, Las Palabras, nos enseñaron: amar y soñar. Porque, ¿que hay mejor en un libro, que te lleva a mundos desconocidos, que te hieren y no sangras, que te pegan y no te duele, que te aman y lo sientes en carne, que te hace viajar como si tu fueras el protagonista?


jueves, mayo 11, 2006

Sandra Llabrés y Joana Pol entrevistan a Armando Cubas Morales, el autor de "Crónicas de Atlántida"




Rincón literario
3 de Nit


Armando Cubas Morales

Lemas
“Lo más difícil de servir a los hombres radica en sortear el desparpajo con que ellos se empeñan en demostrar que no lo merecen” (Libro de Ys).
“Es sólo un acto de poderosa voluntad lo que mantiene unidos todos los átomos del Cosmos” (El Secreto del Fuego).





Música
Con la lectura del fragmento de Libro de Ys pudo escucharse de fonodo el 2º movimiento —Adagio— del 2º Concierto para piano y orquesta en do menor de Rachmaninov. Durante el resto del programa escuchamos entre otras la Música del Fuego Mágico de La Walkiria, de Wagner.


Manifiesto
En afirmar que los humanos desperdiciamos el talento a raudales, no hay novedad alguna. Tal vez recuerden Vds. la parábola evangélica del sembrador: según en qué terreno caiga, la misma semilla muere, produce una magra cosecha o reditúa el ciento por uno. Ahora mismo, niños con una capacidad equivalente a la de Einstein, Beethoven o Miguel Ángel están pasando por la vida sin tener idea de lo que es un guarismo, una corchea o un cincel y, a lo sumo, van a aprender a deletrear si, tras haber estado trabajando todo el día como adultos, aún les quedan ganas de andar los cinco kilómetros a que se encuentra la escuela de la misión. Si, hasta bien entrado el siglo XIX, excepción hecha de algunas reinas y santas, la historia humana sólo es masculina, ello no se debe a que, durante la revolución industrial, el sexo femenino experimentase una mutación: de haber vivido en el Renacimiento, Maria Goeppert Mayer, Dorothy Crowfoot Hodqkin y Rosalyn Sussman Yalow, por poner algunos ejemplos, sólo hubiera podido ser madres y esposas o monjas; su sociedad no le hubiese dado ninguna otra opción.
Con lo anterior no he pretendido descubrir la sopa de ajo. Si lo he traído a colación es porque, desde que se inició este programa, han sido varios los escritores inéditos —algunos, de gran talento— que se han presentado ante Vds. para explicarles las dificultades con que tropiezan para dejar de serlo. Les han hablado del desdén de las editoriales, del amaño sistemático de los concursos, del inicuo absurdo de acallar las voces propias en beneficio de las extrañas… Y les han hablado también, cómo no, de la frustración que su forzoso silencio les causa, y de cómo esperan que este Rincón Literario les ayude a ponerle fin. Mayor bagaje del que poseían antes de aparecer en él, seguro que tienen ahora. En cualquier caso, a todos les habrán servido las opiniones de Sandra y Joana, e incluso puede que algunos se hayan sentido confortados por el mero hecho de que alguien, por fin, los haya tenido en cuenta.
Pero tal vez no sea ocioso recordar que la única razón para ser escritor es sentir en la entraña la necesidad de serlo. Cuando la editora de Libro de Ys —convencida como estaba de que no— me preguntó si yo disfrutaba escribiendo, tras pensármelo un rato, le contesté que suponía que sí, pero que no me preguntara cuándo. Lo mismo que las anteriores, había compuesto aquella historia procurando no pensar en la altísima probabilidad de que, finalmente, sólo dos llegaran a conocerla: mi gato y mi imagen en el espejo. Y cuando, desde una idea atascada o una frase cuyas palabras se resistían a dejarse alinear, me asaltaba la representación de los anteriores fracasos, el único modo que tenía para exorcizarla, tirar los ingratos folios a la papelera e irme de paseo era repetirme que, a fin de cuentas, nadie me había demandado estar allí trabajando. Que yo sólo fuese capaz de vivir como obligación el hecho de escribir, podía ser tan faena como quisiese, pero que, por el cumplimiento de las obligaciones, no cabe pedir otra recompensa que la satisfacción del deber cumplido.
El reconocimiento ajeno, la fama, la gloria… nada de eso tenemos derecho a esperarlo. Ni siquiera, la seguridad de que nuestro trabajo es bueno. Quien, ignorante de esto, se acerque a la literatura en pos de recompensas, digámoslo así, terrenales, ha equivocado el camino de medio a medio. Antaño, durante el auge del folletín, algunos literatos sí que llegaron a ser héroes populares. Mas hoy, tan prestigiosa categoría se encuentra restringida al ámbito de los futbolistas, las estrellas del pop y el rock y los personajes y personajillos vendedores de intimidad criados a sus pechos por las televisiones.
“Sí”, me responderán, tal vez, Vds., “pero un libro es un hecho del lenguaje, y el lenguaje sólo tiene sentido como vínculo; esto es, en presencia de, como poco, dos. Por el propio mecanismo de las cosas, si escribir es una obligación, dar a conocer lo escrito forma parte de la misma obligación”.
Ahí es donde nuestro trabajo, el trabajo del escritor, debería terminar, y comenzar el de las editoriales. El rasgo más perturbador de ese paradójico deber‑necesidad es su decisiva vertiente ajena; el que, para rematarlo, necesitamos el concurso de una voluntad sobre cuyas decisiones carecemos de toda influencia. Y una voluntad que, por cuanto activada según vectores distintos a los nuestros, puede negarnos ese concurso, y que, es más, lo hace casi por norma.
Por si, de lo hasta aquí dicho, aún no se dedujese claramente mi postura, voy a especificarla con todas sus letras: para quien haya escrito un libro como se debe —es decir, volcándose— la obligación de publicarlo cuenta, como se dice en Derecho, “entre las perentorias”. Porque ningún trabajo ni desengaño va a recomerle más que la acusación de esa obra en que confía amarilleando despacio en una carpeta.
Así pues, que no se canse pronto, ni se deje intimidar por el miedo al rechazo. Y que tenga presente que unas malas, incluso unas muy malas condiciones de edición siempre van a ser mejores que ningunas. Puntualizar esto acaso parezca ocioso, pero no lo es en absoluto, con miras a lo que ahora viene.
Y lo que ahora viene es preguntarnos cómo contribuye la industria editorial española a la realización de ese deber‑necesidad que constituye el hecho de escribir. La respuesta, hubiera podido traerla con palabras más bonitas, pero no tan pocas ni tan claras: cumple detestablemente. La especificación del porqué nos vendrá de suyo tan pronto como hayamos desmontado uno de los tópicos de uso más corriente: el de que, en España, se está editando demasiado.
En España no se está editando demasiado; en España se está traduciendo demasiado. Ese mercado del libro de cuya saturación todos —editores, distribuidores, libreros…— se quejan o dicen quejarse, lo está de títulos escritos originalmente en idiomas extranjeros. Quien quiera la prueba, que se acerque al mostrador de novedades de cualquier librería y repase los anaqueles. El hecho de que algunos de los nombres ingleses que verá estampados en las portadas se correspondan, en realidad, con seudónimos de autores españoles, lejos de refutarla, confirma la anterior tesis.
Así es, señoras y señores. Y así va a continuar siendo. Y cuanto antes nos hagamos a la idea, antes habremos comenzado a adaptarnos: de los cuatro tipos del terreno aludidos por el evangelista, a los escritores españoles actuales de literatura fantástica nos ha tocado el espinoso: “(…) Otra parte cayó entre espinos. Crecieron los espinos y la sofocaron”.
Las editoriales españolas del género han reducido su tarea a traducir los títulos exitosos en el ámbito lingüístico más vasto y rico del mundo —el anglófono— para su difusión en el segundo, el hispánico. ¿Es de veras tan grande la diferencia de calidad como para justificar que, por esa regla de tres, casi toda la producción autóctona haya de quedar fuera del mercado? Podemos suponer que, entre lo grotesco y lo sublime, se encontrará toda la gama de grises. Y he escrito “podemos suponer” porque ningún profesional de la edición evalúa seriamente esas obras. Como, por otra parte, cualquier otra empresa, las editoriales, al realizar su programación, no pueden tomar en cuenta el material ni pedido ni deseado. ¿Para qué gastar entonces dinero y tiempo leyéndolo?
Esto, naturalmente, ellas nunca van a reconocerlo. Con todo empaque, afirman leer cuanto se les envía y que, cuando rechazan un original, es porque no merece ser publicado. Pero tales aseveraciones hay que tomarlas como lo que son: simples lemas publicitarios; un modo indirecto de proclamar que “lo suyo es lo mejor”. Me consta que algunos editores ni siquiera leen lo que publican. Podría dar el nombre de algunos —y de agentes literarios— que, de regreso de la Feria de Francfort, se jactaba de “haber comprado para tres años”… basándose en resúmenes de folio y medio.
¿Cómo compaginar la antes aludida obligación‑necesidad tan acuciante para el escritor con el nulo interés en favorecer su cumplimiento de quienes monopolizan los canales de difusión y distribución? Con carácter general, no tengo ni idea. Sólo puedo recordarles a Vds. el problema, que son quienes tienen, después de todo, la última palabra, y decir lo que me ha valido a mí: porfiar, porfiar y porfiar, siempre al quite de una rendija por la que poder colarse.
Con paciencia y buen ánimo. Y sin permitirse creer ni por un momento que se está perdiendo el tiempo. ¿En qué otro asunto de mayor interés puede ocuparse uno que en aquél para el que siente que ha venido al mundo?
Datos biográficos
Armando Cubas se ha descrito a sí mismo como un paradójico ganador… de premios de consolación y pedreas. Tres cosas hay en la vida, según la canción: salud, dinero y amor. Él, aunque trabajando duro, se ha hecho con las tres. Pero el éxito literario, lo que más ha deseado desde niño, siempre se le ha mostrado esquivo. Hasta ahora, en que todavía está por ver qué pasa.
A los trece años, tenía ya novelas escritas. En una, se atrevió con la crisis del siglo III. Cuando aún no había empezado a afeitarse, dejó temporalmente la ficción… para meterse a escribir una Historia Universal. Se quedó en la alta Edad Media, pero recopiló material hasta los siglos XIII y XIV europeos. Todavía conserva los tres volúmenes que completó.
Interrumpió el trabajo cuando, al hablar de él a su profesora de Historia del Arte, la dama no tuvo mejor idea que ridiculizarlo delante de toda la clase. Cosas de la educación de la época. Rencoroso como es, asegura no haber perdonado a Dante que, cuando visitó en su compañía los infiernos, aquella bruja no se encontrara entre Judas y Bruto en las mandíbulas de la Bestia.
A raíz del trauma, llevó luego en secreto durante años la excentricidad de que escribía. Tan en secreto, que varias personas de las que ha amado han entrado y salido de su vida sin sospechar siquiera que cultivaba “esa afición”. De quienes le ordenaban que fuese “como todo el mundo” —o sea, “que marcase paquete”, le gustasen el fútbol y la televisión e hiciese profesión de fe en el automóvil—, él se vengó haciéndose muy antipático, enamorándose de la Antigüedad greco‑latina, detestando los espectáculos deportivos —y los automóviles— y leyendo vorazmente. Esto último, su voracidad lectora, iba a reportarle durante su adolescencia un gran beneficio, dada la época: enterarse de que, en los libros de los sesenta, abundaban las descripciones tan sexualmente explícitas como se quisiera. Bastaba con el autor no militase abiertamente contra el franquismo —en cuyo caso, la obra se prohibía, pero aunque versara sobre cocina— y que el volumen fuese lo bastante gordo como para dar que pensar a los censores: “¡Total, para cuatro pirados que van a leerlo…!”.
Se llevó su primer coscorrón en eso de publicar a los diecinueve años, justo antes de irse a la “mili”. Testimonio, se llamaba la novela rechazada. Encima, como no tenía dinero para fotocopias, el original que había mandado a la editorial no le fue devuelto. ¡Igual después han escrito un best seller con su idea…! De ser así, mejor que no se entere, porque la obra tampoco estaba registrada.
Repitió sus esfuerzos a los veinticinco años y a los treinta y pocos, cosechando idéntico éxito que a los diecinueve: o sea, ninguno. En la “mili”, había comenzado a pergeñar la mitología desde la que, luego, iban a cristalizar las Crónicas de Atlántida. Armando, que se ha descrito a sí mismo como aedo, trazó el primer bosquejo de esta obra según los modos del oficio de Homero: como narraciones orales, y dejándose guiar por su instinto sobre cómo atraer al público y mantenerlo atento. Lira, Clito, Eole, Idamante, los Reyes Atlas y Hor de Hésperis, nacieron como protagonistas de cuentos en los bancos de la calle, después de que hubieran cerrado los bares, y en las odiosas vigilias del cuarto de guardia, a las que aquel huraño —y enamorado— soldadote se llevaba papel y bolígrafo para poder escribir apoyado en la bota.
Por los días en que mataron a Carrero Blanco, estaba ayudando en la campaña de Navidad de unos grandes almacenes, a la vez que estudiando 2º de Periodismo y preparando unas oposiciones al —entonces— Instituto Nacional de Previsión. Como prueba de que sabe organizarse y de que no teme trabajar duro, bastará con decir que no sólo llevó adelante las tres cosas —y aprobando curso de universidad y oposiciones incluso con nota—, sino que aún encontró tiempo para tontear con la militancia izquierdista de la época.
El trabajo que las oposiciones le depararon, y que se había buscado con fines exclusivamente alimenticios —como, en su casa, eran cuatro hermanos y el dinero no sobraba, desde niño había tenido muy claro que, si quería Universidad, tendría que pagársela él—, pronto empezó a darle alegrías. A los veintiocho años, aprobó dos oposiciones a la vez, simultaneándolas con un cáncer —la enfermedad de Hodkin— que, por lo menos, tuvo el detalle de no manifestarse hasta pasado el último examen. Una vez convaleciente, para recobrar el tono, inició su segunda carrera—Relaciones Laborales— y, casi coincidiendo con su finalización —y con su tercer fracaso en lo de publicar una novela—, obtuvo plaza en la unidad del Ministerio de Trabajo encargada de la elaboración técnica de las leyes y normas sociales. Armando ha seguido los pasos de Kafka en lo de ganarse el pan trabajando para la Seguridad Social, pero no en lo de considerar ese empleo una afrenta personal del Hado. Aunque, en sus treinta años como funcionario, no siempre ha encontrado motivos de disfrute en los puestos por lo que ha ido pasando, nunca ha llegado a vivir el domingo por la tarde como una autopsia. Está moderadamente contento de su remuneración y no se cura de decir que el Derecho es “la otra parte de su alma”: después de todo, a uno acaba gustándole aquello en lo que destaca, no al revés. Pese a lo cual, nunca se le había ocurrido representarse el trabajo como una alternativa a su actividad literaria.
Un informe elaborado por él vino a caer en las manos adecuadas: las de cierto catedrático que, aparte de ocupar en aquel momento un alto cargo administrativo, era subdirector de una prestigiosa revista jurídica. Ante el asombro de nuestro autor, un día le telefonearon desde la planta del Ministerio “a la que nadie sube”. Bajó trayéndose la propuesta de ampliar el informe de marras e insertarlo con todos los honores en “la revista”: en “aquella revista” para publicar en la cual magistrados y catedráticos hacían cola.
Nunca, ya está dicho, se había planteado en serio escribir sobre temas jurídicos. Era una novela —Antares— lo que, por aquellos días, le estaban devolviendo, una vez más, todas las editoriales en que la había presentado. Fácilmente se puede comprender que, la noche de aquella inesperada entrevista, se jurara “pasar ya de tanta tontería” y concentrarse en atender lo que tan inequívocamente se le presentaba en aquel momento como “la llamada del Hado”.
Durante años publicó lo que quiso en materia jurídica, sin que le rectificasen una coma ni le regatearan un céntimo. Mientras, el trabajo que compaginaba como “negro” del Consejo de Ministros y de las Cortes Generales, seguía deparándole satisfacciones. Aunque no sea con la firma propia, debe causar una sensación muy extraña verse publicado en el BOE. Nadie va a hacerse cruces porque los ministros no redacten de su puño y letra las órdenes que sus departamentos expiden. De ellos emana la autoridad democrática; justo para que aporten la técnica es que todas las administraciones cuentan con profesionales y expertos.
Pero, aunque procuraba contentarse con ese público de jueces, profesionales y funcionarios, nuestro autor sabía que algo faltaba. Que, por mucho que se lo repitiera, no se puede hacer pasar por “tontería” algo con lo que se venido ha soñando desde niño.
No se escribe por la fama, ni por el dinero, ni siquiera porque guste hacerlo: se escribe porque “se lleva el diablo dentro”. Tratando de soslayar esa —triste— realidad, Armando estudió otra carrera, aprendió inglés y francés, se buscó y consiguió ascensos… Mas no logró sustraerse al mudo reproche del cajón en que yacían sus novelas inéditas. ¿Hubiera podido no dolerle el fracaso de su más anhelado sueño?
Cuando se le hubieron acabado las excusas, se plantó ante el autor de su fortuna administrativa, el subdirector de “la revista”, le contó el argumento de Libro de Ys y le avisó de que, hasta que terminara de desarrollarlo, iba a suspender sus colaboraciones por falta material de tiempo. No sin cierta pena confesó más tarde a una amiga que, mientras su protector asentía y sonreía, creyéndolo en realidad afectado por el síndrome de Peter Pan, se estaba preguntando cómo podía haberse equivocado tanto con él.
Una pequeña editorial andaluza sacó por fin Libro de Ys el día en que cumplió cuarenta y nueve años. Aunque había empezado a escribirlo en 1998, recién acababa su tercera carrera, cuatro años más tarde, apenas si llevaba escritas cincuenta páginas. Tomada la decisión de volver a las andadas, completó las restantes trescientas en poco más de un año.
Y hasta aquí. Porque todo el resto es presente.


Obras (I)
Libro de Ys
Argumento


Atlántida es el Reino secreto de los descendientes de Prometeo, el titán que proporcionó el fuego a los hombres. En él habitan unos hombres muy especiales: los dotados de una voluntad lo bastante poderosa como para forzar al Hado a incluirlos en sus designios. La maduración de ese tipo humano ha sido la meta de un largo camino cuyos modestos primeros pasos se dieron, gracias a la recuperación de la magia, en un tiempo y lugar que estaban a punto de presenciar el retroceso de los hombres a la condición de bestias. Dicha magia salvadora consiste en el doble poder de curación y transformación, atribuido a los humanos en pugna con los de mando y defensa, propios de los dioses. Y el vehículo para la restauración de la magia fue el renacimiento del sueño de la Edad de Oro.
El ciclo Crónicas de Atlántida está dedicado a desarrollar toda la anterior historia. En Libro de Ys, asistimos al intento de reconstruir el primer Reino de los hombres tras el fin de la Guerra por el cielo. Intento, a la larga, fallido, porque, conforme a la promesa de Poseidón, sólo en la gran isla situada frente a las Columnas de Heracles habá de ser que su estirpe more por siempre feliz y libre. En la vastedad de los designios del Hado, los quinientos años que llegó a cumplir el Reino de Ys, enucleado en torno a su bella capital, la ciudad de Poseidonia, tenían como único objetivo refrenar la decadencia humana y, sobre todo, iniciar el grupo que, con el tiempo, llegaría a ser la gente del Rey.
El camino hacia el Reino atlante empezó cerca de donde el río Océano, tras haber dejado Thule atrás, gira para rodear a Gea por el lado de poniente. Allí, un grupo segregado de la gente de los libros —los descendientes de los once hijos habidos por el dios Poseidón y la maga Clito— osó dar a la promesa de su Padre, de que los protegería mientras no construyesen sus casas sobre el nivel de la marea, una interpretación diferente. Hasta entonces, ellos y sus antepasados habían morado sobre barcos, temerosos de la tierra firme; pero, tras un esclarecedor viaje de Lira, su dinasta, al oráculo de Poseidón en Corinto, aquel grupo de valientes dio en pensar que, si desecaban y reforzaban con diques un piélago de islotes formados de aluvión en el delta del río Erídano, no sólo habrían erigido un gran puerto y una hermosa ciudad anfibia, sino que continuarían acogidos a la sombra del dios. Por cuanto sus casas no habrían dejado de estar bajo el nivel de la marea.


Obras (II)
El Secreto del Fuego
Argumento


Tras diez años de combates -—diez años divinos equivalen a mil cien humanos—, los dioses han logrado expugnar la residencia de los titanes y sumirlos en el Tártaro, junto con todos sus siervos. Pero la toma de la fortaleza de Otris no ha proporcionado a Zeus el botín por el que se lanzó a la guerra: la Égida, cuyo dominio confiere, a través de la omnisciencia, la capacidad de disposición sobre las fuerzas naturales.
Cuando Cronos, el Viejo Rey de los titanes, hubo comprendido que su causa estaba perdida, había puesto a buen recaudo el más sagrado de los talismanes confiándoselo a una criatura de naturaleza equívoca, pero de valor y fuerza equiparables a los de Zeus. Incapacitados así de ejercer en plenitud el privilegio divino, cuando las criaturas supervivientes se vuelven hacia los dioses triunfantes para demandarles el alivio de sus penas, el cielo siempre les pone oídos sordos: sin la Égida, proclama Zeus, no se pueden remediar los males de fondo ocasionados por el conflicto; y, si se lanzara a arrebatársela a su custodio, tratándose de una criatura tan fuerte, cabe el riesgo de que en la confrontación quede arrasado lo poco que permanece en pie.
No bien hemos franqueado la puerta de este atribulado Cosmos, asistimos a la noche en que el Hado acaba de mostrar en el cielo, para que los empavorecidos ojos divinos lo lean, cierto párrafo de la tablilla en que están escritos sus más oscuros designios: si en veintiuna jornadas las dos estirpes de la casa Uránida, la humana y la divina, no han remediado los destrozos causados por la guerra, dándolo por inútil para el fin que lo inspiró, pondrá fin al presente universo. El pavor de los dioses supera toda medida; no tanto por la dificultad que entraña su propia tarea —recobrar la Égida—, sino ante la imposibilidad de que el otro linaje, el de Prometeo, cumpla la suya: la primera disposición de Zeus nada más llegar al poder había sido ordenar el asesinato de todos los que llevasen en sus venas una gota de la sangre del Portador del Fuego.
Estos son los primeros pasos de un periplo mágico, lleno de imaginación, a que el autor nos invita, atravesando los estupendamente descritos parajes del universo que ya nos mostró en su Libro de Ys. Mejor que yendo sobre los pies, sintiendo con el corazón de unos personajes no por fantásticos menos vivos y complejos, develaremos las verdades a medias y mentiras completas con que los inmortales acicatean el imposible anhelo de libertad de los hombres para obligarlos a realizar lo que, de todas formas, el inexorable Hado tiene previsto que se cumpla.


Crítica


Nos las habemos con un narrador lo suficientemente serio como para satisfacer tanto a quienes buscan el clímax narrativo, la caracterización, la trama, sino, también, a quienes anhelan encontrar algo de carne —ideas— en torno a los huesos. Sus historias son extensas e intensas, claramente magnéticas, erigidas sobre una combinación personalísima de los antiguos mitos; verdaderas fantasías clásicas, aunque con un toque de modernidad que les otorgan una nueva dimensión. Aun fuera de lógica, Armando Cubas consigue —¡y de qué manera!— adentrar al lector en su mundo. El trasfondo está cuidadosamente construido, y los elementos imaginativos se despliegan con una profundidad que no vemos frecuentemente.
La entidad psicológica de los personajes está perfectamente alcanzada. La envidia de Clito, la pasión de Éber, la pureza de Kurios, la combinación de firmeza e ingenuidad de Lira y Eole, el rencor de Yaenwaset, resultan, no sólo verosímiles, sino cercanos. Todos son, prioritariamente, sagaces y voluntariosos. Aunque las escenas violentas estén estar tratadas con detalle, en ellas sólo hay el énfasis justo para hacer patente que no se está ventilando nada decisivo.
Pese a la abundancia de secundarios —de quienes se nos cuentan con todo detalle los antecedentes y el destino final—, el autor no permite que los lectores pierdan en ningún momento el hilo de la trama. Curioso en extremo resulta el protagonismo, en Libro de Ys, de la gata Bast, al lado de la joven Lira. A través de ese personaje, Armando Cubas rinde tributo —más de admiración que de cariño— a Pato, su propio gato, otorgándole así la categoría de personaje literario.
El argumento central se encuentra apuntalado por numerosas historias transversales, algunas de las cuales tienen casi entidad independiente, de verdaderos cuentos. Muy llamativa resulta, por ejemplo, la referencia al —para nosotros, desconocido— origen submarino del apio, o a los efectos del agua de luna, un poderoso alucinógeno mediante el cual los Brujos enemigos de Ys habían destruido reinos enteros.
En resumidas cuentas: un panorama repleto de maravillas y sabiduría, de perspicacia y aventura. Ahora bien, debe quedar claro que el revelarnos los más profundos arcanos del universo es el simple pretexto de una novela urdida para conseguir el, para Armando Cubas, mayor de los logros.
Entretenernos.


Fragmentos (I)
De Libro de Ys
En el lugar donde, supuestamente, debía edificar su ciudad, había también una isla, pero tan desolada como las anteriores, y sólo un poco menos diminuta. Se trataba de un arco sucio, rocoso únicamente en el centro, largo como de cinco o seis estadios y tan estrecho que, en sus extremos, un adulto apenas si podría permanecer con los pies secos. A Lira no le costó nada localizarlo en el mapa, como tampoco el punto a que debían de haber llegado Éber y los suyos: otra isleta parecida a aquélla en el aspecto, aunque seguro que, también, en la nula habitabilidad. Uniendo sus extremos sobre la carta de navegación, ambas formaban casi un círculo; pero un círculo dentro del cual sólo podrían habitar los peces.
Desolada, aprovechando un momento en que nadie les oía, la dinasta no tuvo reparo en decir a Idamante que, si de veras Poseidón había resuelto permitir que sus hijos que morasen en tierra firme, debía haber encargado la elección del lugar a sus peores enemigos: no era ya que faltasen el agua potable y las tierras de cultivo, y que fuese aquél un paraje de inviernos largos y crudísimos, frecuentado, a lo que se veía, por los telquines y, lo que podía ser peor, por las galernas de Bóreas; era, simplemente, que no había bastante suelo en el que construir. Y no iba a suavizar sus pésimas condiciones el hecho de que, siglos atrás, hubiese estado cerca una de las principales urbes de la Edad de Oro, la capital del Reino Negro.
“De aquellos tiempos, lo único que resta es basura”, gruñó para sí misma, mientras rescataba de entre la arena, con los dedos de los pies, un collarcito que antaño debió de pertenecer a una esclava o a una niña. Estaba compuesto por cinco hileras de cuentas marrones, unidas formando óvalos concéntricos, al modo de una tela de araña. Pensando en las hermosas piezas procedentes de aquella época que ella y casi cualquiera de las once casas guardaban en sus camarotes, estuvo a punto de lanzar otra vez el juguete al agua, pero luego, en atención a su gran antigüedad, lo guardó entre los pliegues de su túnica con la intención de observarlo más detenidamente. Y ya no volvió a acordarse de él.
En medio de un desanimado silencio, repartieron las raciones de la cena. Alegando el general cansancio, Idamante insistió en que dejaran las discusiones para el día siguiente y se fueran a dormir. Aunque tal cansancio era, sobre todo, anímico, no quiso permitir que Lira se enfrentase, en aquellos momentos de extrema vulnerabilidad, a las risitas y los comentarios de burlona conmiseración que ya se habían empezado a cruzar a sus espaldas.
Sin embargo, al preguntarle a ella, se sorprendió de no encontrarla vencida. Lira, en efecto, se había recobrado muy rápido, a impulsos, curiosamente, de una sensación desagradable: la de quien descubre, justo en el momento de abrir la boca, que ha olvidado lo que se disponía a decir.
—Sé que lo tenemos casi en la mano, pero que aún se nos escapa algo esencial—, le espetó. Y, resignadamente—: quizás mañana la luz de Apolo nos ayude. ¡Lástima que a mí vaya a tocarme esperarla despierta!
Pero se equivocaba. No bien estuvo reclinada junto a Idamante, se encontró ya dormida, y soñando. Y, en el sueño, se vio en la atalaya de un gran templo, contemplando un panorama tan extraño que no acertaba a identificarlo. Las criaturas de las nubes lo hubiesen podido describir como un pectoral hecho a la medida de Océano, un fastuoso engarce de luceros y lapislázuli; mas a ella le pareció más bien una criatura viva: un ser cuya fantástica anatomía se desparramaba sobre Océano en sucesivos anillos de azul, luz y piedra.
No sin esfuerzo, tras haber identificado de las emociones que la embargaban numerosas motas vivas, acertó a comprender que se trataba de una ciudad. Que brillaba como un sol menor, pues sus ágoras y edificios se hallaban profusamente iluminados, y los canales que tenía por vías, al recoger aquella luz, hubieran podido pasar por hilos de diamantes.
Con la libertad que le proporcionaba su condición de soñadora, lanzose a disfrutar de aquella nueva e insólita amiga. La caja torácica sobre la que encajaba su esqueleto estaba compuesta por cinco anillos minerales, más o menos concéntricos, todo a lo largo de los cuales habían florecido variopintas masas de vegetación, tan profusas y llenas que igual se hubiera podido encontrar en ellas el manzano de las Hespérides. Conjugados con los altos árboles y los coloridos macizos de flores, se distinguían aquí y allá numerosos edificios, cuya geometría proclamaba la intención de no disciplinar los cánones naturales, sino de trabajar con ellos y, a lo sumo, buscarles una réplica; pues todos se adaptaban a formas propias de la naturaleza, o que la naturaleza no hubiese desdeñado adoptar. Y, como si los arquitectos de aquel sueño hubiesen querido realzar lo más bello y útil poniéndolo en alto, a modo de capuchón contra las intemperancias de los cielos, Lira supo que tales maravillas encarnaban escuelas y bibliotecas, así como algunos templos. Aunque, de entre éstos, ninguno tan majestuoso como el que le estaba sirviendo de complaciente atalaya: el dedicado a Poseidón Crónida, Viejo de las Aguas, Padre de la Ciudad y Padre del Pueblo, que, de pretenderlo, hubiera podido jactarse de que, tras aquellas impecables columnas, se le tributaban mayores y mejores honras que a ningún otro dios.
De pronto, sin transición, un capricho del sueño la puso en el mismo lugar, pero bajo los rayos del día. Y el carro del sol le mostró que, desde el variopinto engarce de los grandes anillos, se desparramaba una profusa osamenta de vías y canales, pequeñas o grandes ágoras sobre las que rodaba la vida en sus infinitas manifestaciones. Y arriba y abajo, entrando y saliendo, acá y acullá, embebidos unos en sus negocios, atentos a su descanso y placer la mayoría, vislumbró los moradores de aquel Elíseo: sanos, bien alimentados, bien vestidos, la ciudad en que moraban era tan hermosa porque reflejaba y traducía a materia su felicidad, y Lira, entendiéndolo así, rebosó de placer.
Atónita, asistió al tráfico de las mil coloridas embarcaciones sobre el impecable azul. No habiendo olvidado que, durante siglos, su patria había estado sobre barcos, llegada la hora de anclarse en tierra, aquellos hijos de lo insólito se habían llevado a Océano a morar con ellos, injertando así los tres colores vivos en un mosaico participado por tierra, agua y verdor. Saltaba a la vista que, de no haber sido por la aquiescencia del gran Río a libar en aquella increíble flor anfibia, bastaría una pleamar algo viva para que el agua sobrepasase el anillo exterior e inundase la mayor parte de la ciudad, con sus mansiones y jardines. A cambio, su bonachona colaboración había dado lugar a la única obra que hubiera podido competir con el templo dedicado a su Rey: una malla de canales y esclusas que disciplinaban el tránsito del agua y doblaba las principales vías de la ciudad en malecones de un fabuloso puerto.
Un puerto nacido no por orden de Urano, sino por la humana determinación de maridar a Gea y a Ponto precisamente allí, donde no se podía, ni, acaso, se hubiera debido. Con calado suficiente para albergar a cualquier barco de la ecúmene, y tan próspero que desde y hasta él llegaban y se expedían, sin faltar una, todas las riqueza susceptibles de mover en los corazones la próspera envidia. Y era no sólo el puerto más grande y concurrido, sino también el más seguro, pues el sistema de esclusas permitía a las naves de cualquier calado ingresar tras las enormes murallas recubiertas de planchas metálicas y desplazarse por los canales interiores, adonde no hubiera podido seguirles ni toda la flota de los telquines.
La bocana principal dejaba a la izquierda el peristilo del gran templo blanco, cerca del largo y estrecho istmo que unía la ciudad con tierra firme, y tenía delante, hasta donde se perdía la visión, regulares como olas de piedra, las amarillas y azules casas de los hijos del dios. Por ella entraba un canal que constituía el espinazo de la ciudad, de la misma forma que los cinco anillos eran su caja torácica. Su anchura no debía ser inferior a tres arpentos, y cruzaba de extremo a extremo tras haber recorrido cincuenta estadios desde el mar abierto. Surcado por una profusión de velas, blancas y redondeadas como nubecillas, Lira tuvo la sensación de estar contemplando, más que una vía de agua, un cielo viajero.
No habiendo necesidad de soñar más, se despertó con los ojos llenos de lágrimas: había comprendido.
Fragmentos (II)
De El Secreto del Fuego
—Cuando Urano juzgó preparado al Cosmos para continuar sin él, llamó a su presencia a los gemelos Cronos y Jápeto y les confió, al primero, sus obras y, al segundo, sus esperanzas. —Kurios, creyéndolo extraviado en las complejidades del relato, había decidido comenzar por el principio—. A Cronos, nuevo Señor del Mediodía, para soporte de su Reino, el Padre Antiguo le otorgó el poder y, como agentes de su autoridad, a los otros titanes, que ya habían gobernado junto a él. A Jápeto, en cambio, por cuanto, en su calidad de Señor del Horizonte, debería guiar la Obra hacia la culminación de su destino, le concedió plena libertad para erigir su Reino sobre cualesquiera bases. Y así, el titán, tras haberse hecho aconsejar por su hijo Prometeo, el más sabio de los vivientes, le demandó el perfecto poder: el Metathesis Katischuo, la magia, o poder de cambio, la capacidad de penetrar en las percepciones de los restantes seres y de insertar la propia voluntad en los aglomerados de causas desde los que precipitan y a los que se reducen los diversos fenómenos naturales. O, lo que viene a ser lo mismo, el poder de entendimiento y el poder de cura, el dunamis dianoia y el dunamis therapeuo; el primero, para introducirse sin perturbarla en la experiencia de todos los seres, y el segundo, para actuar sobre cualquier agresión que altere un estado armónico. Para siervos, Jápeto, siempre aleccionado por Prometeo, consultó el oráculo de Gea, quien le hizo reparar en los hombres. “Su destino es la libertad”, comprendió, en seguida, el titán.
»Como las restantes especies animales, los hombres habían nacido del árbol Druinas, pero, en vez de bajar a la tierra, tal como su morfología propiciaba, se habían quedado a morar entre sus ramas. Cuando el Japetónida trató de hablarlos, escaparon hacia las alturas, pues nada querían saber de los titanes ni de sus tribulaciones. Mas Prometeo cantó tan hermosamente al pie del Druinas que ellos no pudieron sustraerse de escucharlo. Y así tuvo lugar el primer Zugos, la primera Asamblea de la Balanza. “Vuestro gran número y la brevedad de vuestras vidas serán garantía de búsqueda intensa, de superación”, les ofreció el Japetónida. “¿Y qué deberemos aportar nosotros?”, replicaron ellos. Y Prometeo: “Vuestra voluntad, para que se inserte en el designio de la Moira”.
»Colocadas ambas prestaciones en la Balanza cuyo fiel es una pluma, el platillo que contenía la obligación de los hombres se reveló mucho más pesado. “¿Demandando quebrantos que tú no has de padecer, esperas que mi Balanza se equilibre?”, increpó, en seguida, Metis al titán. Entonces, él arrojó al plato su inmortalidad. Mas aún la infalible pluma continuaba desequilibrada. “Si aceptan tu dádiva, perderán la inocencia y, con ella, la felicidad”, le hizo notar la Ciega. “Para que la transacción sea justa, deberás aportarles la esperanza de que, yendo por tu camino, algún día volverán a ser felices”.
Mucho turbaron tales palabras a Prometeo, pues, dada la condición del trabajo para el que reclamaba a los hombres, las sabía de antemano imposibles de cumplir. Pero entonces se le ocurrió que, si no con una dádiva igual, la Balanza también podía equilibrarse con un sacrificio igual. Para él, la felicidad radicaba en su fecunda contemplación de la Obra, en el continuamente renovado goce de sus maravillas; en la inmediatez con que su rico intelecto aprehendía hechos, esperanzas y ambiciones y los hilaba en nuevas y más ricas texturas. Abdicando de todo ello, aceptó el error, el fracaso, el agotamiento, la desesperación de la búsqueda infructuosa, la tensión entre trabajo y ociosidad, la tentación de abandonar… Hecho lo cual, ambos platillos se igualaron.
»“Aunque la Moira no te ha condenado a trabajar ni a morir, vas a penar con nosotros y a morir como nosotros”, se admiraron los hombres. “¿Cuál es tu provecho en ello? ¿Cómo puedes pretender que esa Balanza está equilibrada?”.
»“Todo cuando abandono carece de valor comparado con el prodigio de vuestro destino”, replicó Prometeo.
»“¿Un prodigio superior al poder y deleite eternos que te corresponden en tu calidad de titán? ¿Qué puede haber en nuestro destino comparable a eso? No somos mejores que simios”.
»“Si le diera un nombre, sería un gran nombre de poder; por tanto, no habré de hacerlo hasta que vosotros, sus portadores, lo hayáis aceptado”.
»Por la mirada que los hombres se intercambiaron, el Japetónida supo que había ganado: pues el brillo que había visto refulgir en sus ojos era el de la curiosidad.
»“Sea como quieres”, aceptaron por fin. “Mas, por cuanto pareces comprender nuestro destino mejor que nosotros, deberás ser tú quien nos gobierne”.
El titán se avino. Entonces, ellos descendieron del árbol y, desprendiéndose del vello corporal, se cubrieron con vestidos. Y aprendieron a hablar, y a entonar hermosos poemas acompañándose por el arpa y la lira, y a trabajar la tierra, y a morar en ciudades, y a valerse de herramientas. Y, erguidos por primera vez sobre sus piernas, renunciaron a desplazarse apoyando las manos en el suelo. Y Metis, la Sabia, levantó escrupulosa acta de lo sucedido, pues todo era justo.
»Así dijo, a continuación, el Rey: “Para que nunca hayáis de quedaros huérfanos, jurad también a aquellos de mis hijos en quienes sintáis un respeto por vuestro hado equiparable al mío; pero escuchaos atentamente al elegir, pues, si errarais, haríais sufrir indescriptiblemente a las víctimas, que no podrían soportar en sus corazones el Kruptos Pur, el Secreto del Fuego”. Obedientes, los hombres, de entre todos los Prometeidas, aclamaron Reyes a diecisiete: nueve varones y ocho féminas. Los varones fueron Erídano, Etneo, Hélade, Helén, Deucalión, Hiperión, Lico, Rígel y Quimereo; las féminas, Ebla o Yebla, Chipre, Elea, Hélade, Hésperis, Lira, Mira y Tebe, siendo gemelos Helén y Elea y ambos Hélades. Después de que hubieran agrupado a los hombres tras ellos y constituido Reinos con sus nombres, Prometeo les fue comunicando uno a uno el Secreto del Fuego. Ya por último, los hombres acordaron para todos los electos el privilegio Real. “Sabed, Reyes”, dijeron, “que nunca en asamblea presidida por alguien de vuestra casa habremos de votar resolución de la que pudierais sentiros avergonzados”.
»En el compromiso con lo justo que se deduce de tales palabras, en esa atribución, libremente votada para Prometeo y su estirpe, de vedar las decisiones de grupo a las pasiones destiladas por los animales instintos de jerarquía y territorio, es en donde radica el privilegio Real, ése mismo ante cuya mención, antes, has mudado de color. ¡Tú sabrás la razón, pero ten por cierto que nunca fueron tan grandes los hombres como cuando lo aplicaban, a más de tan sabios y virtuosos! Respecto al Secreto del Fuego, ignoro, obviamente, en qué consiste: sólo Reyes pueden conocerlo, y sólo Reyes, por ende, transmitirlo. Tendrá que ver, me supongo, con esa intuición de Prometeo acerca del destino de los hombres, plasmada en su demanda de que se integraran en la vida creativa. Pero, entre las escasas certezas que se puede albergar al respecto, figura la de que no contiene desposesión de nadie ni atribución injusta para nadie, y menos que para nadie, para los dioses. ¡Solamente los Crónidas podían afirmar otra cosa, por su arraigada convicción de que todo aquello que no controlan es porque se lo han robado!



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lunes, mayo 08, 2006

Carlos Pons Olivares, autor de EL RINCÓN LITERARIO de 3 DE NIT el 26 de Abril de 2006

LOS AUTORES DE IB3-RADIO.

EL RINCÓN LITERARIO DE 3 DE NIT, de IB3-Radio.

Con Sandra Llabrés y Joana Pol.

CARLOS PONS OLIVARES.

El Rincón literario de 3 DE NIT tuvo el honor de inaugurar su andadura con un autor muy joven que dará mucho que hablar en un futuro: Carlos Pons Olivares. Mallorquín de nacimiento, vive y trabaja en Palma. Tuvimos oportunidad de escuchar de su propia voz que muy pronto va a publicar su primera novela, TENTANDO A UN CÁNCER, y esperamos que nos invite a la presentación.

Carlos Pons Olivares ha conquistado dos Premios Art Jove: un primer premio y una mención especial. Fue elegido como representante artístico de Palma en el Certamen Internacional de la Bienal, y tiene varias obras publicadas en el prestigioso portal literario de Yoescribo.com.

En el programa de IB3-Radio del que fue protagonista el pasado 26 de Abril, con el trasfondo de la hermosa balada de Scorpions SEND ME AN ANGEL, Sandra Llabrés, la popular presentadora del programa 3 DE NIT, y Joana Pol, la autora de EL CRIMEN DE LOS DIOSES, nos deleitaron con la lectura de UN RINCÓN DEL CAMINO, de Carlos Pons Olivares, que podéis leer aquí:



Black Knight, de Ruth Sanderson.


UN RINCÓN DEL CAMINO

Guillermo de Fortuny pensó que aquella noche el viento chillaba mucho y que, maldita sea, podría callarse de una vez. Volvió a acomodarse sobre el petate y una vez más el borde metálico de su sartén fue a clavarse en su ojo derecho.
Aquella vida era insufrible.
Ya iba siendo hora de hacerse rico, casarse con una buena moza y tal vez conseguir un par de chiquillos, lo suficiente para irse al otro barrio con los deberes cumplidos.
Y sin embargo el viento seguía destrozándole los tímpanos y convirtiendo la noche en un infierno de duermevela.
Parecía imposible dormirse, o hacerlo y sobrevivir para ver el día siguiente.
Abrió los ojos de un golpe. Estaba harto. Tiró el petate a un lado y apoyó la cabeza en el suelo, contra aquella tierra pringosa y húmeda, pero cálida. Al día siguiente se sentiría rebozado en barro, pero al menos podría dormir.
Algo empezó a temblar en el fondo de su oído. Fue un eco leve y constante que crecía a cada segundo. Algo se acercaba. Algo corría haciendo temblar la tierra.
Se irguió un poco y agarró el mango de su espada, aplastado incómodamente contra su costado. Después de reunir valor durante algunos segundos estiró el cuello, y entrecerró los ojos intentando ver algo en el horizonte.
Aquella noche parecía un día nublado. La luna llena brillaba contra todo y hasta dolía a los ojos con sus destellos plateados. Pero al principio no vio nada, hasta que súbitamente y sin más aviso que el tronar de unos cascotes, un jinete al trote apareció en el fondo de la noche, invisible aún bajo un espeso manto, machacando la poca y pobre hierba que crecía en la tierra fangosa.
Guillermo de Fortuny se levantó. Primero pensó en esconderse. La tierra lisa y despoblada le devolvió una perspectiva sombría. Así que se irguió aun más, infló el pecho y dejó brillar a la luna el acero de la espada, sólo un poco y la parte que no estaba oxidada, dejándola entrelucir, a medio desenvainar.
El jinete siguió su curso, imparable. Guillermo no vio ningún arma. Tampoco pudo verle los ojos, ni un gesto de saludo. En realidad, y aun bajo el fulgor de la luna inmensa, Guillermo no veía absolutamente nada.
Apretó los dientes.
Guillermo de Fortuny no era un guerrero. No exactamente. Sólo lo era cuando las fanfarronadas de las posadas lo exigían y los trovadores contratados para seducir bellas damas cantaban sus gestas.
Pero en el fondo, tan en el fondo que ni él mismo podría haberlo asegurado, se sabía un cobarde, o tal vez un hombre razonable.
Pero el miedo era siempre el mismo.
El jinete cedió un poco la carrera. Su caballo relinchó y se quejó del cambio. Era un animal brioso, un enorme ejemplar de líneas nobles y movimientos valientes. Y en la negrura brillante de la noche parecía un demonio.
A Guillermo de Fortuny le dolían las piernas y los brazos. Llevaba demasiado tiempo manteniendo la pose y la noche era fría. El pelo largo le tapaba la cara. Las articulaciones estaban entumecidas y poco ejercitadas. Si el jinete no se amedrentaba y buscaba pelea… estaría muerto.
El jinete paró a dos o tres pasos de Guillermo, demasiado cerca para sentirse tranquilo. Guillermo se sintió morir por unos segundos, minutos, o tal vez horas en los que el jinete le observó desde la oscuridad de la capucha de su manto, tal vez burlándose de un hombre que temblaba de frío y miedo intentando mantener una pose firme, pero que a duras penas podía aguantar el pulso sobre su espada.
El jinete se llevó las manos a la capucha y dejó al descubierto su cara, en sincera sonrisa.
Era un hombre y no un demonio. Un tipo especialmente blancuzco de tez, con los ojos azules y brillantes, el pelo largo, castaño-rubio y cayendo sobre los hombros en volutas caprichosas, las manos acariciando el lomo recio del caballo, con cariño.
Parecía un retablo de la Catedral de Jarstritch, uno de esos de santos olvidados, pensó Guillermo.

- Buenas noches- Dijo el hombre, con una voz que parecía un eco.
- Buenas… Noches…- Respondió Guillermo, y por fin se dejó a un escalofrío- Y frías, ya lo creo, señor…

El jinete bajó de su caballo y empezó a librarlo de los arreos. El equino pateó el suelo y bajó su enorme cabezota esperando la caricia del amo. Visto de cerca no daba tanto miedo.
Guillermo de Fortuny, aristócrata, refinado, guapo como un solete y peregrino cansado y hambriento, cayó definitivamente rendido al suelo. Dejó a un lado la espada y recogió la bolsa con sus escasas pertenencias.

- Dígame, caballero... ¿No tendrá por ahí algo de vino o alguna cosa cálida que llevarme a la boca?

El jinete sacó un pellejo de vino de los arreos, y aun más, dos galletas de pan y un trozo de queso, como si hubiera estado esperando precisamente aquello.

- ¡Oh, gracias, señor!, ¡muy gentil!, ¡Muchas gracias!

Guillermo de Fortuny se sintió afortunado por primera vez en mucho tiempo. En aquel momento sólo pedía poder hincarle el diente a aquel queso antes de morir. Y vaya si lo hizo.
El jinete se sentó a su lado y empezó a hurgar en un zurrón. Al cabo de un rato, aproximadamente tres mordiscos de queso, media galleta y cinco sorbos generosos de vino después, el extraño había desperdigado un buen montón de aparatejos por el suelo.
Más allá del furor de una cena en condiciones y entre dentelladas lujuriosas, Guillermo estaba asombrado. Ante él se extendían en el suelo las mismísimas maravillas de la Persia, si es que en realidad existía. Vio en el suelo aquella noche algunos de los prodigios más extraños de su vida; máquinas que silbaban, bastones que alumbraban, y cajas que dejaban escapar música, una banda entera, con sólo abrirlas.
Poco a poco, cuando el hambre se lo permitió, y dejando de lado cualquier noción de protocolo, empezó a acosar al extraño jinete a preguntas con la boca llena.

- Vaya montón de buenas magimáquinas tenéis ahí, señor… ¿De dónde sacasteis semejante botín, si me permitís preguntarlo?

El hombre encapuchado le miró a los ojos y sonrió con diversión. Agarró uno de los portentos, el que tenía más cercano y que no había demostrado aun su función, y lo manejó con delicadeza y pericia de hechicero pagano. Cuando lo volvió a depositar en el suelo, la maravilla brillaba como un demonio con todos los colores del arco iris.
Guillermo primero jadeó de pura emoción y luego aplaudió con gesto grotesco, y poco a poco el frío fue abandonándole los huesos y hasta el corazón se sintió aliviado de su mala suerte.
El extraño murmuró para sí y volvió a mirarle, como un anciano sabio lo haría con un nieto ingenuo. Sacó algo de otro zurrón y lo extendió en el suelo ante ellos, y Guillermo se sintió feliz como un niño cuando los destellos de las máquinas se reflejaron con mil vetas en las superficies brillantes de dos mantas de maravilla.

- ¡Oh!, ¡vaya, señor!... ¡Bravo!... ¿¡Las mantas de un rey tejidas con hilo de gemas, tal vez!?

El jinete redobló la sonrisa y le ofreció una de las mantas con un gesto de mano. Guillermo sintió en aquello mayor bondad de la que nunca creyó posible y, con reverencia extrema, la recogió.
Se envolvió con la manta y al momento se creyó en la alcoba del mismísimo rey de Floridia, arropado y mecido en mullidas mantas, y presa del amor de la mismísima Erianide Purísima.
Guillermo de Fortuny era un hombre razonable. Razonablemente escéptico. Razonablemente consciente de la desgracia del hombre por el hombre, de las miserias, porque toda la vida había sido poco más que un miserable, pero aquello, sin duda, hizo que casi se sintiera con alma.
Se volvió, agradecido, para estrechar la mano del desconocido, tal vez un abrazo fraternal, y lo encontró tumbado y dormido, arropado por una manta idéntica a la suya, con aquella sonrisa indeleble en la boca, y las pequeñas máquinas brillantes y conciliadoras saltando y describiendo peripecias. Por doquier.
Y entonces recordó el viento, pero ya no soplaba.
Y entre las manos del recién llegado, una brillante, viva, baraja de tarot.
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El relato forma parte de la introducción de una novela de corte fantástico, escrita en lengua castellana. Carlos Pons utiliza un lenguaje claro y directo, muy apropiado para ese tipo de narrativa, no exento de detalles humorísticos y algo sarcásticos.

Mezcla de forma muy efectiva el lenguaje moderno y las expresiones clásicas e incluso algo obsoletas para introducirnos en un ambiente similar al de las antiguas novelas de caballerías. Su prosa, repleta de imaginación y formalmente muy correcta, con diálogos bien acotados, casa muy bien con la narrativa fantástica y algo gótica por la que se decanta este jovencísimo autor de 23 años.

En su MANIFIESTO, el autor afirmó:


Lo cierto es que lo primero que recuerdo relacionado con la escritura es la A.
No sé. Era estilosa. Me gustaba verla en los cuadernos y dibujarla, que no escribirla, con trazos sinuosos, repasando con el plastidecor, dándole mucho, mucho contorno para hacerla bien visible.
Lo siguiente, supongo, fue el desengaño. Cuando me obligaron a odiarla, a la A y al resto de letras, tanto por las chorradas que formaban juntas como por repetitivas, inamoviblemente iguales siempre en los libros.
Después, por fin, gracias a la suerte, llegó el otro desengaño. El desengaño del odio a las letras. Lo que me sacó de las falsedades del estudio tedioso y de la escritura casi matemática de los cuadernos de Ciencias Sociales.
Creo que fue gracias a mi profesora de Lengua y Literatura. Esa que hablaba de frenar el avance rojo en no sé qué elecciones, en esa época en la que se supondría que un chico de mi edad ya debería haber entendido lo que aquello significaba, lo que significaba la mismísima democracia, aún de las letras.
Debía tener catorce años. La señorita Galán dijo que las musarañas eran arañas pequeñas. Y yo, en vez de simplemente ignorarlo o vociferar negándolo o perder la cordura de algún modo, sonreí plácidamente, y pensé, simplemente, que yo podía hacerlo mejor. Que en vez de convertirme en otro ejemplo como aquel de idiotez redomada, podría mentir con estilo, con el mismo resultado, el del asentimiento. El de la recompensa. El del enriquecimiento.
Y desde entonces escribo. Cambio la ignorancia por la transformación y el símil. La altivez por la sonrisa y el guiño. El adoctrinamiento por el aprendizaje y la factura por el aplauso, porque en el fondo es casi lo mismo.


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viernes, mayo 05, 2006

Laura López, autora de EL RINCÓN LITERARIO de 3 DE NIT, con Sandra Llabrés y Joana Pol

LOS AUTORES DE IB3-RADIO.

EL RINCÓN LITERARIO DE 3 DE NIT, de IB3-Radio.

Con Sandra Llabrés y Joana Pol.

LAURA LÓPEZ.

En su segundo programa, emitido el 3 de Mayo de 2006, el Rincón literario de 3 DE NIT contó con la presencia de una autora de Madrid: Laura López, de 22 años. Muy popular en los foros de Joana Pol por sus contribuciones y aportaciones, siempre dispuesta a ayudar a sus colegas colgando noticias acerca de concursos literarios, Laura es más conocida en dichos foros por su nick, y muy querida entre el pequeño círculo de amigos que intercambian información y artículos de interés, relacionados con el mundo literario.

En esta ocasión en que Laura López fue la protagonista absoluta del programa de radio de IB3-Radio, con la canción elegida por la autora OLD HABBITS DIE HARD, de Mick Jagger y Dave Stewart, perteneciente a la banda sonora de Alfie (con Jud Lowe), Sandra Llabrés, presentadora de IB3 Radio, y Joana Pol, escritora (EL CRIMEN DE LOS DIOSES), nos leyeron a dos voces el relato corto LA ULTIMA BÚSQUEDA DEL TESORO.
El programa se inició, como viene siendo habitual, con un lema del autor, en este caso nuestra autora Laura López:
“Encendí el primer pitillo que encontré, consiguiendo al fin que la magia de la nicotina silenciara durante unos minutos el teléfono.”





























BIOGRAFÍA DE LA AUTORA:

Habiendo pasado media parte de su vida entre ordenadores y otra media perdida en infinitos mundos de fantasía, a sus 22 años, la madrileña Laura López se dedica a pelearse con la carrera de Informática y a cumplir su peculiar y ambicioso sueño.
Aunque llevaba años intentando dedicarse a plasmar sus historias sobre el papel, fue gracias a un empacho de uno de sus autores favoritos y del fanatismo ajeno por uno de los libros que más significó para ella lo que la condujo a hacer una serie de parodias mordaces sobre el mundo de Harry Potter.

Después del curioso e inesperado resultado, decidió escribir sus propias historias, esperando conseguir su mayor ambicion: hacer que sus historias hagan soñar a otras personas.

Cuando sus estudios se lo permiten, dedica su tiempo libre a sus aficiones y sobre todo a la escritura y correción de sus novelas y proyectos literarios, que van desde la fantasía épica hasta el realismo más cotidiano, pasando por el terror más oscuro, los cuentos infantiles y la ciencia ficción.

Algunas de sus obras son: Leyendas de los Territorios, una saga de la que lleva dos tomos escritos, sobre las aventuras de cuatro jóvenes aventureros; Chipichopichipilondrín, un libro infantil sobre unos pequeños seres llamados chipilondros que comen las respuestas correctas de los estudiantes; Cronicas de Astalania, saga en fase de correción, que mezcla fantasía y ciencia ficción, narrada en siete libros que cuentan las siete vidas de un personaje llamado Lirian;

Sus mayores influencías han sido, sobre todo, el humor ácido de Terry Pratchett y los mundos oníricos de Neil Gaiman, por los que siente gran admiración. También le gustan las obras Tolkien, Carlos Ruiz Zafon, los primeros libros de la saga de Harry Potter y Cornelia Funke.

MANIFIESTO DE LA AUTORA:
Cuando comencé a escribir, no estaba pasando un buen momento personal... tanto por mis estudios como por mi familia.
Internet era lo único que conseguía evadirme y dio la casualidad de que me aficioné a los fan fictions, los escritos de los fans.

Ahora que sin duda alguna mi vida va mejor, sigo escribiendo, porque me he dado cuenta de que me divierte, me llena y me completa y sé que de alguna forma, si no continuara escribiendo, seguiría buscando expresar lo que siento y pienso de cualquier otra forma.

Mis autores favoritos son Terry Pratchett, Neil Gaiman, sobre todos, muy seguidos de Carlos Ruiz Zafón. El primero porque ha conseguido que una saga parodia de fantasía sea tomada en serio por todo el mundo, obligando a pensar a sus lectores sobre lo que han leído, mostrándoles que aun a pesar de todo, no hay tanta diferencia entre nuestra realidad y la que refleja en sus historias. Gaiman tiene un peculiar toque onírico, que deja un regusto la final de sus historias entre amargo y dulce, incluso aunque sus letras se llenen de oscuridad, siempre en alguna parte, consigue brillar una luz de esperanza que sabe transmitir a su lector, junto conla simpatia y ternura hacia sus criaturas. Zafón por su toque gótico y realista, sabiendo retratar muy bien los sentimientos de sus personajes y fue el escritor que consiguió que amara la lectura.


A veces me gustaría que el mundo editorial no fuera tan cerrado, no ya solo con los que comenzamos, si no con los más jóvenes y los escritores de fantasía.
No se nos da una mínima oportunidad, las editoriales no suelen leerse los libros que se les llega y las pocas opciones que quedan al alcance de los noveles son los concursos, que si el premio llega a ser un poco jugoso, toca competir contra autores consagrados que tienen un publico, y por la tanto unas ventas, más que asegurados.

¡Ay de ti si eres escritor de fantasía! ¡Qué complicado es este género! No es simplemente escribir cuatro tonterías, es construir todo un mundo nuevo, un lugar lleno de costumbres, personas, culturas... Requiere mucho esfuerzo por parte del autor y no muchas veces se consigue un resultado bueno. Describir el ambiente de una ciudad realista es fácil, solo debe darse uno una vuelta.

En la fantasía uno no solo debe crear cuatro cosas, debe darles una base muy sólida, añadirles tanta vida como sea posible y muchas veces, hacer que sean originales (algo imposible debido a la cantidad de mundos fantásticos que ya han sido inventados, si no te encuentras con que trece libros tienen un mismo sistema religioso que el tuyo, puede que te lo encuentres en alguna mitología). A parte de tener los mismos problemas de otro tipo de novela, crear una buena trama, enlazarla bien, dar veracidad a los personajes...
No es un genero ni infantil ni adulto, no es mejor ni peor que otros... solo diferente.


RELATO CORTO: LA ULTIMA BÚSQUEDA DEL TESORO.
El teléfono sonó y sentí como la pena me inundaba. Ya sabía que significaba aquella señal, llevaba días esperándola... así que alargue la mano hacía mi mesilla y tomé el paquete de tabaco. Lo abrí con lentitud, esperando a que el timbre se callara y me dejara en paz. Agarré y encendí el primer pitillo que encontré, consiguiendo al fin que la magia de la nicotina silenciara durante unos minutos el teléfono. Pero el descanso apenas duró unos instantes, así que tomé el aparato y saludé a quien sabía que sería mi interlocutor.

-Hola Rob, ¿cómo te va?- Dudaba que pudiera entenderme, no me quité el cigarrillo de la boca
-Hola Domin... ¿estás fumando?- Aspiré una buena bocanada de humo y soplé encima del micrófono del aparato- Dominique, le prometiste a Nicky que no volverías a hacerlo-
-Creo que me lo merezco, ¿no te parece? Se han salido con la suya, ¿verdad?-
-Si, la desconectaron ayer y esta mañana fue el entierro... como me pediste, no te he avisado hasta ahora- Ambos enmudecimos, esperando a que el otro hablara, pero yo estaba más centrado en el humo que manaba del pitillo- Lo siento...-
-¿Cuándo será la lectura del testamento?- Inquirí a la vez que ignoraba abiertamente su pésame... aun no había visto que estuvieras muerta.
-Visionado, recuerda que prefirió grabarlo en video con ese armatoste que ella llamaba cámara- Farfullé un asentimiento de forma escueta y Robert continuó con su retahílacon la voz más temblorosa- A las cuatro en mi despacho... ¿vendrás?-
-Si, iré preparado- Afirmé sin despedirme siquiera.

De forma casi instintiva, alargué la mano hasta el lado de la que ahora no ocupabas y que seguiría así siempre... pero evité llorar, aun no era el momento, era demasiado pronto.
Intenté no recordar que te había hecho una promesa: si dejaba de fumar, te casarías conmigo... pero sabía que habrías comprendido la situación y que me perdonarías por haber desperdiciado un par de días de mi vida de esta forma.
No sé cuanto tiempo estuve tumbado, pero preferí seguir así hasta la hora. Era mejor regodearme de mi dolor entre las sabanas que no tenían tu olor, que pasearme por una casa llena de recuerdos.
Por una maldita ley perdí el derecho de elegir por ti y se lo dieron a tu familia, que contrarios a tus deseos, te desconectaron... por favor, no me culpes ni te enfades conmigo por haber aplaudido su decisión, no sabía sus motivos, creía que solo deseaban ayudarte, que dejaras de sufrir un sueño sin fin. Que equivocado estaba, creí que tu familia era tan maravillosa como tú... ¿cómo era posible que tuvieras razón con ellos? ¿Cómo sabías que buscaban tu dinero? Tal vez es que, aun a pesar de tu dulce carácter, estabas más que acostumbrada a tratar con alimañas.

Cuando llegó la hora, me vestí y salí de casa corriendo y portando cajas de cartón... sí, todas ellas eran para tu tesoro. Ya sabías que era lo único que deseaba que me dejaras como herencia, lo demás no me importaba.
El ambiente en el despacho de Rob era el que menos me había gustado ver allí. Casi todos los presentes eran de tu familia y sus abogados, que charlaban animadamente de cualquier tontería, sin disimular su felicidad por haber conseguido unas ganancias tan fáciles con solo desconectar a un triste vegetal... me dieron ganas de vomitar.

Robert no saludó, estaba manipulando tu cámara para poner tu testamento. En un momento me pregunté porque no usaba la carcasa especial para el video, pero entonces apareciste en la pantalla... y pensé que en aquel momento lloraría, pero cuando vi tu cara desnuda de tu sonrisa, me sentí tranquilo. Porque no eras tú, era tu "yo malvada", la que imponía respeto entre los buitres y las víboras perversas.
-Yo, Nicole Marley, en plenas facultades físicas y mentales, he emitido este testamento. Lamentablemente, cuando vean esta cinta, los tratamientos de mi enfermedad y las facturas del hospital se habrán comido buena parte de mi herencia, fue lo que me advirtieron los médicos... tanto que aquel que decida firmar como mi heredero, deberá afrontar los gastos que aun queda. Hasta he tenido que vender la casa de mis padres y sus enseres más valiosos- Las malas bichas se revolvieron en sus asientos enfurecidos- Quisiera hacer una mención a Dominique Hurley, mi prometido, pidiéndole que firme... ya que alguien debe quedarse con mi tesoro y desearía que fuera él- En aquel momento mi entereza se tambaleó, aunque no fueras tú, el que me hubieras dado tu más preciado bien era importante para mí- Muchas gracias a todos por venir y por vuestro apoyo- Fue entonces cuando la sala pareció que iba a venirse abajo por las protestas de los carroñeros. Mientras, me acerqué sin hacer ruido y firmé el documento que me tendió Robert. Y me marché de allí sin esperar a nada ni a nadie.

Me colé en el primer coche que se dirigió hacia tu casa, sin importarme lo que pensaran de mí. Tenía que recuperar tu tesoro, no podía permitir que los buitres, que rebuscaban por tu antiguo hogar un nuevo testamento, ya que parecía no haberles convencido el de Rob, se quedaran con tu tesoro. Fui directo a tus estanterías de libros y fui abriendo un hueco para rescatar tu más querida posesión.
Alguien me quitó de en medio y agarró la primera de tus películas, que fue la Bella y la Bestia. Cuando se asomó por el hueco y vio otras cintas de Disney, comenzó a reírse, a insultarte por gustarte aquello. No te preocupes, la rescaté y de propina, le partí la cara por su estupidez.
Fui revisando cada una de las cintas, hasta que encontré una repetida, la abrí cautelosamente y allí encontré la carcasa de tu cámara. Tuve que hacer un gran esfuerzo para no echarme a llorar allí mismo, pero aguanté y esperé pacientemente a que todos se fueran para poner el video y verte por última vez. En poco tiempo, una imagen temblorosa colocó la cámara y al fin pude ver tu cara. Estaba demacrada por tu enfermedad, pero te veía tan hermosa como siempre, sobretodo porque lucias mi sonrisa favorita.

-Yo, Nicole Marley, en plenas facultades mentales aunque no físicas, hago este testamento por voluntad propia... hola mi amor- Ante aquel saludo rompí a llorar, porque al fin sabía que te habías ido- Lo siento tanto... siento haberte dejado solo, espero que algún día puedas perdonarme-
-Te perdono- Fue lo único que atiné a decirte.
-Como puedes ver, este es el verdadero testamento que ha sido custodiado por tres bravos guerreros que han impedido que nadie lo descubriera. Le pedí a Robert que pusiera el otro para alejar a los buitres, no tiene validez alguna, pero el documento que firmaron sí. Para evitar problemas, he escondido lo que le corresponde a cada uno en todas mis películas... pensé que así no se pondrían a rebuscar y sé que te las habrás llevado todas- Asentí como un tonto mientras intentaba secarme las lágrimas y encendía el enésimo cigarrillo del día- Cada una de ellas, guarda el papel o el cheque al portador que deberá ser entregado en mano para evitar que mis parientes sepan la trampa que hicimos, también hay objetos, de ahí las hojas escritas, para que sepas a quien darselos. Sabía que guardar los papeles de las promociones algún día me serviría de algo... y el título de la caja te dirá a quien le pertenece esos bienes... es un juego divertido ¿no te parece?- Asentí como un estúpido y te sonreí- Para ti es esta cinta, a parte de llevarte buena parte de mi dinero, que eso no importa nada en verdad... te dejo mis películas para que las cuides, mi amor y unas cuantas promesas más que tendrás que cumplir- No te dejé acabar antes de responderte con un sí, ¿cómo iba a negarte algo?
-Quiero que vuelvas a escribir, desde que enfermé has dejado de hacerlo... y el mundo debe saber que eres le mejor escritor que lo haya pisado nunca- De pronto comenzaste a llorar y no pude evitar acercarme corriendo a la pantalla para intentar consolarte- Debes cuidarte mucho y ser feliz, volver a enamorarte y olvidarme... tener una nueva vida- Abracé la pantalla desesperado, pero no te negé tu último deseo-Se feliz por mí... por favor- Me pediste acercándote de nuevo al objetivo para apagar la cámara- Y recuerda que siempre te querré- Te respondí que yo a ti también y me seque las lágrimas.
No sé cuanto tiempo pasó hasta que me levanté con la caja de pitillos en la mano, me acerqué al baño y tiré el paquete por el retrete. Una promesa era inviolable y aunque tú ya no te fueras a casar conmigo, debía cumplir mi parte del trato.
Y también sé que algún día volveré a escribir, como te prometí... tal vez un cuento que cuente nuestra historia, pero tendrá un final feliz, como nos habría gustado a los dos.

CRÍTICA-COMENTARIO

Como habéis podido ver, Laura López es una escritora con mucha imaginación, y tal vez debido a su juventud es tremendamente idealista. En el mundo real su historia no podría haber ocurrido jamás, y cualquiera que haya asistido a la lectura de un testamento lo sabe, pero no hay que romper la magia de un relato de ficción de una joven idealista por un simple formulismo legal, ¿verdad?

Como nota curiosa, me gustaría añadir que Laura es un espíritu inquieto y reivindicativo. Le gusta forear, un deporte muy sano que se practica en internet. Por todo ello Laura López es una autora digna de admiración.

Laura López, madrileña, 23 años, estudiante de informática, jovencísima escritora y con una novela a punto de caramelo, desde Mallorca, 3 DE NIT de IB3 Radio te desea muchísima suerte. Seguro que la vas a tener.

MALLORCA FANTÀSTICA 2007

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