lunes, julio 31, 2006

Miguel Ill Ferrer, el poeta.







Hay muchos títulos posibles para encabezar un artículo referido a este autor, y este título es bastante incompleto. El artículo también lo es. No obstante, estoy satisfecha con el título, porque así debía ser, y no de otro modo. Y es que hoy sólo hablaremos de Miguel Ill Ferrer, el poeta. Porque hay otros Miguel Ill Ferrer: infinidad de ellos. Increíblemente, el poeta les aglutina a todos ellos. El poeta es, sin duda, el Miguel Ill Ferrer más completo.
Echo en falta, en los poemas que Miguel Ill Ferrer leyó para todos ustedes en el programa Es Racó Literari de 3 De Nit, el romanticismo. Me quedé con las ganas porque, tal vez porque yo soy muy romántica (sentimentaloide y hasta cursi sería más adecuado, quizá), creí detectar una enorme fuente de romanticismo escondida en ese hombre grande (he colocado el calificativo adrede), pero sólo puedo atreverme a afirmar públicamente algo así en uno de mis arranques. Estoy mal acostumbrada: siempre me lo perdonáis todo. Pero es que creo que con Miguel no me equivoco. El romanticismo siempre es absurdo. Este hombre rebosa sensatez e inteligencia y en él parece más absurdo todavía... a primera vista. Y seguramente mi romanticismógrafo no funciona bien, pero se dispara.
Y sin embargo, como espero que también vosotros captéis, en el fondo de las crudas expresiones del Miguel Ill Ferrer poeta, subyace el más puro romanticismo. Porque él afirma que no se puede vivir sin amor (aunque tiene la precaución de citar a Lowry). Y aunque no sea una literatura apta para cualquier intelecto, creo que incluso un lector poco avezado puede captar que esos poemas nos gritan esa filosofía: no se puede vivir sin amor. Y Miguel Ill lo reclama, lo exige, a través de sus poemas.
Os dejo, pues, con Miguel Ill Ferrer, el poeta.
LEMA:

“No se puede vivir sin amor” Malcolm Lowry. Entra a la novela “Under the Volcano” (“Bajo el volcan”)


PER ME SI VA NELLA CITTÀ DOLENTE,
PER ME SI VA NELL’ETTERNO DOLORE,
PER ME SI VA TRA LA PERDUTA GENTE.
GIUSTIZIA MOSSE IL MIO ALTO FATTORE.
FACEMI LA DIVINA POTESTATE,
LA SOMMA SAPIENZA E ‘L PRIMO AMORE.
DINANZI A ME NON FUO COSE CREATE
SE NON ETTERNE, E IO ETTERNA DURO.
LASCIATE OGNI SPRERANZA, VOI CH’ENTRATE.

Dante Alighieri. Divina comedia. Infierno. Canto III

POR MI SE VA A LA CIUDAD DOLIENTE,
POR MI SE VA AL ETERNAL DOLOR,
POR MI SE VA CON LA PERDIDA GENTE.
FUE LA JUSTICIA QUIEN MOVIÓ A MI AUTOR.
EL DIVINO PODER SE UNIÓ AL CREARME
CON EL SUMO SABER Y EL PRIMO AÑOR.
EN EDAD SOLO PUEDE AVENTAJARME
LO ETERNO, MAS ETERNAMENTE DURO.
PERDED TODA ESPERANZA AL TRASPASARME



NOTA BIOGRÁFICA

Nací, como todo el mundo en aquel año, en 1947 en España. En los primeros de mi infancia supe que hacía una eternidad -yo no había nacido entonces-mi patria se había autodevorado en una contienda civil en la que participaron mis padres y abuelos. Y que fué sucedida por una mundial que me parecía haberse generado solo para que disfrutáramos en el cine los sábados por la tarde, viendo cuán malos eran los perversos y lo gentiles que se mostraban los amables defensores de la libertad. Todo parecía irreal, deformable, hasta que el 31 de enero de 1953, el día de mi sexto cumpleaños, un vistazo al cielo a las ocho de la mañana, poco antes de dirigirme a la escuela, en Barcelona donde moraba, el mundo se hizo sólido e incomprensible.
Con el bachillerato creí entender que la física y las matemáticas podían ser instrumentos para obtener la respuesta al origen de lo real, y a ellas me consagré. Mi licencié de físico. Pero pronto tuve el áspero presentimiento de que por muy cerca que la ciencia nos hiciera creer que estaba el momento en que alcanzaríamos el fruto deseado, este siempre sería, de existir, inalcanzable. Aquiles y la tortuga cósmicos y cuánticos. Me ayudé, entonces, de la poesía, como de una barca de remos para acercarme a alguna orilla. La rivera seguía siendo inalcanzable, pero la navegación fructífera, tal que la de Ulises en el Itaca de Cavafis. Me gané la vida, porque había que vivir, era un apriori del que me convenció Kierkegaard, como publicista, productor de radio en los orígenes de la FM (explotando la amarga sabiduría de José Agustín Goytisolo en ocasiones; el entusiasmo excesivo de Víctor Pozanco -y sus Nueve Poetas del Resurgimiento-; la pacífica concepción literaria como editor y pergueñador de versos de José Santamaría; el lirismo terráqueo de Santigo Sylvester, celebrado, al menos por mí, poeta y novelista argentino; huyendo de las pretensiones sentimentales de Jaime Gil de Biedma. Practiqué de corresponsal de radio en París, cuando en España esa profesión empezaba a no ser exclusiva de Radio Nacional, y conocí al Ayatolá Jomeini y a parte de su cohorte a la que luego asesinó instalado en el púlpito desde el que distribuía cimitarras recién afiladas. Me refugié en Colombia por ver, contra la opinión otra vez de Cavafis, si un mundo nuevo daba en mi a un nuevo hombre hasta que vi brotar injustamente la sangre a dos pasos de mis zapatos. Regresé a España y me instalé en Mallorca, donde ahora vivo felizmente desde hace veinticinco años, aprovechando que antes me licencié también en derecho, de lo que ahora vivo, y que me permite alzar la voz por respeto ajeno al derecho de defensa. Si alguien me pide un recital de mis poemas, sé que sabré hacer que el auditorio se erice y llore; lo que ignoro es qué sentimiento será el que haga brotar las salobres lágrimas de muchos, y las erecciones de otros. De contados lo supe siempre que se dio la íntima ocasión y no me sentí insatisfecho. Eso es todo, que siendo nada, no es poco. Y así vamos.

Obra de MIGUEL (MAXGALLO) ILL FERRER
Todas las obras poéticas de este autor publicadas en yoescribo
Lupus
La tortuosa flecha del tiempo
De la imposibilidad de saberse amado
Entrevista a Miguel Ill Ferrer:
Joana Pol: ¿Quién eres tú en la literatura? ¿Eres un novel que busca un espacio?

Miguel Ill Ferrer: No. A mí el espacio me sobra. Mi espacio, de tan vasto, es minúsculo. Un agujero negro. En auténticos términos físicos.

A mi me basta con dos o tres lectores. Hasta son demasiados. Yo no escribo para ser. Escribo para que sean. Si pueden. Ahora, desgraciadamente, ya no tengo nada que descubrir.

Quizá, con toda seguridad, el idioma guarda secretos para mi, fruto de mi ignorancia. El pensamiento – o por mejor precisar – las ideas, no. En el galope en que vivo ya no puedo cambiar de caballo.

Lo sé todo de mi ignorancia. Que no tendré respuestas, ni las tendré nunca. Y vosotros tampoco.

Aunque suene cruel dicho así: me puedo matar a gusto en cualquier momento. Sé que no me perderé nada.

Pero ese desconocimiento definitivamente aceptado, es un tesoro. Es el cimiento del heroísmo. Porque sabiendo que nunca sabré, solo puedo vivir como un acto heroico.

Se puede apagar la luz en cualquier instante. Lo que sobra es luz. La luz no ilumina nada, pues nada hay que la pueda recibir. La oscuridad, que es nada, tampoco está presente. No hay oscuridad cuando lo que tiene que ser iluminado es lo oscuro.

Así, ¿para qué el cielo? ¿Para qué dios? Si ni tan siquiera es posible saber si existe el mal. Es lo más penoso y feliz a que me destino.

Le tiendo la mano a Sócrates para decirle: “Tú, que no sabes nada, como yo, sabes que perderás el tiempo y la historia, aguardando a que eso cambie. Tu ignorancia, como la mía, no la vamos a anegar de esperanza. Veo en tus ojos un brillo que no se perderá aunque lo apagues con el soplo de la cicuta. Tú y yo sabemos que nunca sabremos”.



LECTURAS DE MIGUEL ILL FERRER:
ASFIXIA MARINERA



Hay trabajos que

no son más que

la guerra por otros medios.

Embarcarse al atún

en un

ataúd de agua

por único ejemplo.

Echar las redes

sobre espumarajos de líquidos orgánicos

entre la propia boca y la del mar.

Alzarse en la ola

para precipitarse

siempre en la pobreza.

Partir de noche

iluminado solo

por los ojos

de suicidas hambrientos

que orinan su apetito sobre el tuyo.

Salir a la mar.

Hallarla al fin.


Ropas de agua verde y oro.
Áureas ropas de agua deambulando el pesquero
desde el que meter las redes entre dedos
buceando tal la luna enmarañada de sardina
sumergidos en salada espuma de cerveza
para el gran sol negro
de nictálopes abscesos.
Cuchillos de sardina, atún y celacantos.
El motor díesel un canon de Bach.
De retorcida hélice ese canon
que empuja hacia el abismo el canon;
hacia el acero de peces frío y ondulado
el canon de Bach, el canon,
trompa, madera y viento.
Solo el canon, el banco de alimento, las redes, los marinos.
Solos los hombres que resultan algas comestibles
Allí, muriendo el equilibrio,
donde se juntan el pié y el agua atronadora.
Canon. De Bach canon, canon de Bach.
Espaldas al sol que ciega a los pilotos.
Canon de díesel y sol que escora ceguera por la espalda.
Canon de la navaja sumergida
que no corta lo profundo y sin herirlo hiere.
Ropa de agua verde y grana.
Y el toro del océano es un cuerno
dispuesto a voltear a esos troyanos sin derrota
huidos del incendio entre dos luces
pletóricas las manos de plata escurridiza.
Y en cada familia un caballo de madera, a los dioses ofrecido,
erizado su vientre de afilados arrecifes,
para acuchillar el nombre de los hombres
desde el estómago de todas las edades,
aun de los supervivientes.
Pero náufragos del hambre.
El pesquero es otro astro de la eclíptica
al que no sustenta el cielo sino el agua pesada.
Que alineado con Saturno, con Marte, con Mercurio
navega, anillado de estrellas y oleaje,
al alcance de todos los pulmones.
El sonar es un timbal sin palos
que desde el caos retumba
indiferente a la agitada vida,
a las entrañas del agua,
a desbordadas, raudas cajas olorosas
que trémulas crepitan en la espuma,
en el lecho de bronce
donde rebullen las redes y sus callosas manos.
Miradas de cristal en todas direcciones.
Brazos hinchados de pesca y de arrebato.
Pechos heridos por escamas.
Sangres de hombre y pesca
velozmente coaguladas en el tiempo.
La asfixia y el tiempo detenido.
La asfixia.
A quinientos metros de presión.
La asfixia placentera,
la asfixia placentera:
¿eso es la muerte?
Bienvenida sea la asfixia dulce
que me disuelve en la galaxia.
Voy a dormir
y dar de comer a la medusas.




AUTORRETRATO


Este espíritu corpóreo
único objeto de mi mismo
único yo
se asemeja a la roca:
objeto engañoso
mezquinamente vulnerable
a martillazos.

1967



COMO TAXIS VACÍOS EN LA NOCHE


Y por fin
el amor no tiene nombre
y se llama
travesía del desierto en la botella
siquiera una terapia
chirriando en el cráneo.
¿Para esto el amor, el insensato amor,
aquella adivinanza adolescente
con la que podía vivir por el momento
con paciencia y actos de coraje
perdidos entre sábanas,
averiguando a qué correspondía
el olor de mis prendas internas?
Era yo.
Ahora bebo sin sed sin boca
oigo risas sin que nadie
conmigo ni sin mí;
el deseo exhausto endurecido
yerto pero vivo
bajo los altos faroles del insomnio
se oculta se agazapa perplejo
mientras relinchos de música y sollozos
chapotean sobre el río caliente
de la luna empapando
de carne de whisky de silencio
lenguas que restallan
como taxis vacíos en la noche.

1983












PARA LAS EDADES DE HELENA



Si los dioses no te aman
dejándote a tu suerte
sabrás azotar hasta la extenuación
a los caballos del tiempo
que, perceptiblemente, devendrán jamelgos
aunque sobrados de peso y mataduras
cálidas a los huevos de las aduladoras moscas del recuerdo,
hospitalarias del vestigio.



Si los dioses no te aman
y te dejan envejecer hora a hora
podrás preguntarte - en todo instante -
cuantos yo eres, has sido.



Si los dioses no te aman
te harás diestra esculpiendo
una sonrisa a navaja
ante la arrogante mirada
de los que - contradictio in terminis - se creen
amados pero inmortales (¿inmutables, tal vez?),
lo que tú te atribuías.



Si los dioses no te aman
comprenderás que habitar - por fin - la ignorancia
requiere un áspero paseo
entre las lápidas de todos tus años.




16 junio 1997


YA SÉ QUE TODO ES INÚTIL

Ya sé que todo es inútil.
Sé que al amor, como a la lluvia,
antecede y sigue la sequía;
que nada hay hermoso que no se destruya;
que en los roperos termina reinando la polilla;
que sobre todos nosotros se abatirán las tinieblas
aniquilando incluso a la palabra siempre;
que el pensamiento es el amargo rostro de la impotencia
que será por fin aniquilado
junto al tiempo que lo aflige.

Sé que los dados tienen una séptima faceta
de leche negra
y el destino es el nombre que damos al olvido.

Sé que toda creencia tiene su refutación
con la que se disuelve en la nada
y ésta la última esperanza de algo perdurable
que será también barrida por lo inimaginable sin nombre.


Eso lo sé.

Lo que ignoro es
cómo sabiendo todo eso
sigo sin dispararme un tiro
en la cabeza.



1985







DULCES ATARDECERES EN AUSCHWITZ





Los ángeles exterminadores de Auschwitz
no han muerto:
han mudado de estado.
Nuremberg solo fue otro cambio de fase.
Trocados en plasma,
infiltrando la piel,
habitan en nosotros
sin más límite que la eternidad.


Pero antes
insuflaron otros Jericó
no por carentes de refinada técnica
menos repulsivos
- que nadie se haga el inocente:
aún cuando adulterada con aplicada maña
la Historia, incluso en el bachillerato,
sin descontar la sagrada,
es una obscena cámara de los horrores
sonrojante de narrar a los niños
y que con alborozo oíamos impúberes.




Pues no es a los celadores de Oswiecim
sino a los viejos perversos que todos somos
a quienes el azar transmite el encargo
de, mediante la división del trabajo, guardar clausurada
la puerta de hormigón - única y falsa -
tras la que jamás se llega
al inefable paraíso.
Nadie alcanza a llamar
y por tanto
ninguna necesidad tiene de no responder
nadie.
A eso se llama, incluso por algunos que piden
- postulándose ajenos al negocio - que les registren,
crueldad.


Toda memoria,
biblioteca a puntapiés ,
equivale a aquel desolladero:
"Aquí se entra por la puerta
y se sale por la chimenea",
sopla siempre alguien al oído.
Trocados en calor y ceniza
vuelta a lo mismo
pasando por el humo.

Entre todos, cada generación,
nos echamos a suertes, como rufianes,
el legado:
quién, el guardián; quién,
el delator sumiso y oblicuo;
quién
- arbeit macht frei - el mudo
apilador de cadáveres,
predicción autocumplida
de la desesperanza; quién
el que vierte el Cyclón B en la ducha; quién
el que arranca dientes de oro y luego,
encerrado en el retrete, saca brillo a los del descuido;
quién el que busca reunir lo suficiente
para adquirir la inmortalidad; quién
el que se procura minuciosamente, con error,
el infierno por la desolación; quien
el Pilatos que mirará a otro lado; quienes
los sillares de aflicción para la catedral de hiel.


Pero ahora quiero tratar
del cruel. Del que dispone
quién sufre y, sobre todo, cómo; y se complace en ello.
Del señor del dolor
pero también del placer. Del que puede
quitar y en consecuencia dar.
Del que obtiene un gozo incontenible
de la ira.
De ese al que solo un percance, una jugada
del destino,
le impidiera recibir el premio
Nóbel de la Paz si las circunstancias
no hubiesen sido otras
(algunos lo logran,
vórtice de la infamia,
gran mancha roja de Júpiter).



Mirada ante mirada.
El que se ve en los otros busca
contemplar lo que desea para sí
sin la embarazosa ceguera del coma.
La crueldad no es más que el
vicario del propio verdugo
en el espejo ajeno.
De ahí el regocijo espantoso
del torturador
pues intensamente
se odia a sí mismo.

El placer del mal.

¿Se puede llamar mal a la actividad
de mis gatos, que pasan sus noches atrapando
inocentes ratones?

¿Es el mal
dejar a la puerta de mi dormitorio,
amaneciendo, el obsequio
de sus cabezas excluidas de la digestión?


Al esbirro - que sin embargo guarda matrimonio;
juega al dominó en algún bar;
se reúne con otros en domingo;
los fines de mes se le hacen
interminables; el ruido vecino, neutrinos chillones
que indetenibles traspasan el nicho que habita,
le es insufrible como insufrible
dejar la mitad de su paga al casero - qué le invita
a tentarse en el dolor y la tortura cuando se halla
solo, contemplando su arma reglamentaria.
¿El rencor a si mismo?
¿Es quizá un pecador secreto,, sospechoso
a sus ojos y el horror a saberlo le lleva a aplastar
al testigo de su inconfesada sodomía, una forma
de hacerlo definitivamente su igual
al arrebatarle toda dignidad?
¿No es ese también nuestro carnet de socios del mismo club?

¿Qué nos lleva, incluso desde el derecho,
a ejercer la caza humana,
a estrechar el cerco hasta exultar de gozo
convicto aquel extraño del que nada sabemos?



Seríamos capaces de llegar mas lejos
sin temor al castigo o sin su esperanza,
pues puede ser una bendición: de voltear
a un niño, sujeto por los pies,
hasta estallar su cráneo contra un muro
en presencia de su madre
a la que permitiríamos reunir las amadas esquirlas
antes de descerrajarle un tiro en la nuca.


La contemplación del humillante dolor ajeno
es menos apreciada
que su administración, con excepciones no carentes de ingenio.
Hay que recordarlo: se han firmado pactos,
establecido derechos humanos.
Luego se ha encargado a las hienas
su custodia
- eso sí: el sueldo es seguro -
y los signatarios se han ido de copas
y jugarse a las cartas
entre olor a letrina y salchichas
la herencia yacente.






Ahora, cuando en Auschwitz se pone el sol
o llueve, o nieva, o abruma ese tropical calor insoportable
que le es propio ya solo en el estio, ecuador del cáncer,
hervidero de moscas lamedoras de sangre,
ahora
ya no se oyen carcajadas y órdenes y montar de pistolas
entre los bloques 11 y 10. Hace años se extinguieron
los disparos
y el sordo caer de los cuerpos
arrojados al carro de la basura
que emprendía luego el camino,
adoquinado abajo,
del horno en que se cocía
el pan negro de la ignominia.


Hoy, cuando en Auschwitz
solo se oyen las sobrecogidas
pisadas de los turistas,
un oído atento, donde quiera que esté,
incluso desde su propia cocina
podrá escuchar disparos apagados y golpear sordo de cuerpos
arrojados al carro de la basura.
No dejará de oír tampoco, si atiende suspenso,
risas, montar de pistolas, entrechocar regocijado de copas, alaridos:
las promiscuas industrias de la hiena y la parker.

El patio entre los bloques 11 y 10
es nuestro horizonte de sucesos,
la frontera del agujero negro que habitamos
ajeno a las leyes incluso de la física.

No podemos dar un nombre
a la maldad, esa sola palabra no basta.
Solo es posible nombrar
lo conocido: es irreductible al análisis
la pasta de que estamos hechos.

No es tanto dar
como obtener por el dolor del otro.
No es ser provecto en el arte del crimen
sino indiferente a la impunidad;
el conocimiento de la ausencia de Dios
sin descartarlo: algo
que no nos perdonamos.

Octubre 1996


Pour Toleck et Mirka (Mai 2005), de son ami Miguel.




14 comentarios:

Anónimo dijo...

Ya sé que está feo que el único comentario lo haga yo. Pero solo lo hago para "consolar" a los que no pudieron oir el programa, ni lo oirán jamás, porque no se grabó. Lo hago repitiendo algo que he escrito en otro foro, el de Yoescribo, para calmar los sollozos de Joana.

Joana Pol escribió:

Max, Miguel, todo el mundo pregunta por tu programa, me siento fatal pero al final ni Sandra ha podido hacer nada: simplemente no existe ninguna grabación!!!! La gente que lo pudo escuchar disfrutó, hay comentarios en los foros acerca de ello, lástima.



Eso le da un aire de misterio insondable.
Aprovechando que citamos aquella madrugada a Malcolm Lowry, el genial alcohólico y sus peripecias vienen como anillo al dedo a propósito del asunto. Lowry escribió una novela de la que lo único que se conserva es el título: "En lastre hacia el mar blanco". El original voló en pavesas cuando ardió la cabaña en que vivía con su mujer en la Columbia Británica. Para quitarse la resaca viajó una vez más, la última, a Méjico, hasta las faldas del Popocatepel, donde había pergueñado antes "Bajo el volcán". De esa postrer visita nació "Oscuro como la tumba donde reposa mi amigo".
¿Donde está "En lastre..."? ¿Es? Para mí, forma parte del mito de ese autor de culto, y tiene una existencia real pero intangible. Es, pero no está.
No sé si muchos de quienes comparten con nosotros este foro conocen a Lowry. Quiero decir, si lo han leido. Para mí "Bajo el volcán" es el "Ulises" de Joyce, escrito por Dante y supervisado por Cervantes. Sin olor a riñones de cordero fritos con mantequilla para desayunar; los lectores de James saben de que hablo. Pero con el hedor de un vómito de mezcal, tequila y bilis, para acabar el último día. Un salto, en primera clase, al infierno.
Nuestro programa radiofónico se ha puesto a la fila de lo que no existe. A los matemáticos les encantaría hacerse cargo de ese ente lógico que solo habita en el pensamiento: no existe pero es. Como un taxista.
Un saludo, literatas y literatos.

Anónimo dijo...

Si pero Joana Pol dijo que pondria un archivo de audio para poder escuchar a Miguel Ill recitando un poema

Ese archivo existe, ¿no?

Saludos

Xesc Garcia

Anónimo dijo...

Existe. Lo tengo grabado en un CD. Solo tengo que encontrar en modo de mandárselo a Joana.
Miguel

Lidia Cervantes dijo...

Vuelvo a lamentar haberme perdido el programa.
No por los poemas, que me los se casi de memoria, sino por volver a oir tu voz recitándolos. Shniiiff... En fin, confío en que tendré alguna otra oportunidad...
Un beso Max

Lidia Cervantes dijo...

Vuelvo a lamentar haberme perdido el programa.
No por los poemas, que me los se casi de memoria, sino por volver a oir tu voz recitándolos. Shniiiff... En fin, confío en que tendré alguna otra oportunidad...
Un beso Max

Lidia Cervantes dijo...

Vuelvo a lamentar haberme perdido el programa.
No por los poemas, que me los se casi de memoria, sino por volver a oir tu voz recitándolos. Shniiiff... En fin, confío en que tendré alguna otra oportunidad...
Un beso Max

Lidia Cervantes dijo...

Vuelvo a lamentar haberme perdido el programa.
No por los poemas, que me los se casi de memoria, sino por volver a oir tu voz recitándolos. Shniiiff... En fin, confío en que tendré alguna otra oportunidad...
Un beso Max

Anónimo dijo...

Miguel, necesito hablar contigo. Estoy terminando de corregir mi novela "La búsqueda". Justamente trata de las experiencias de un niño en auschwitz. Desearía que me des permiso para colocar unas líneas de tu poema en una de las primeras páginas. Me estremeció tu poema, está escrito con las entrañas y leído con el corazón.
Blanca Miosi

Lidia Cervantes dijo...

¡¡Upppsssh!! Perdón.... No lo dije tantas veces.... Está claro que soy muy novata... ¿O muy insistente?... :-)

De todas formas lo sigo opinando, pero normalemnte no soy tan plasta... I'm sorry...
Un beso

Ramón Machón dijo...

¿Qué es esto? ¿Cómo he llegado aquí?

Anónimo dijo...

i

Anónimo dijo...

Blanca: puedes utilizar lo que quieras, si citas la fuente.
Miguel

Charo Bolivar dijo...

Más vale tarde que nunca, Miquel. Entro de vez en cuando por aqui y hoy he visto tus poesías. Es que vivo en otra galaxia, y solo unas determinadas horas al día me despierto en esta tierra.
Me gusta lo que escribes, por lo desgarrador, por lo amargo, por la desazón. Lástima no poder haber escuchado esos poemas en tu propia voz, pero estoy segura que de algún u otro modo nos harás llegar ese audio, ¿a qué sí?
Un saludo a todos los compañeros de este viaje.
CHARO

Anónimo dijo...

Doctor Santos Giménez Artieda, manos de plata

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