sábado, enero 27, 2007

Juan Pan en Es Racó Literari de 3 de Nit, de Sandra Llabrés.

El autor de esta semana fue Juan Pan García. Sandra Llabrés y Joana Pol le entrevistaron en el rincón literario del magazine 3 de Nit, de IB3-Radio, y David Fleta fue esta vez la voz principal de INOLVIDABLE PRIMAVERA, el relato escogido del que se leyó un fragmento; aquí podréis leerlo completo.




LEMA

Los hombres se van; sus obras quedan.

No quisiera que con mi muerte murieran también mis recuerdos, sentimientos, ilusiones y proyectos. Me gustaría que mis obras dejasen constancia de mi paso por la Tierra



BIOGRAFÍA
Me llamo Juan Pan García
Nací en Algar, un pueblo de la Sierra de Cádiz, hace ya muchos años. Pero desde los seis fui dando vueltas por el mundo, hasta que me establecí, hace 25 años, en El Puerto de Santa María, Cádiz.
MIS OBRAS

“La pista del lobo”. Novela histórica revisada recientemente y que participa actualmente en un certamen literario.

“Mariluz”, inédita. Novela policíaca, que narra las peripecias de una estudiante que acaba su carrera y se enfrenta a la difícil tarea de encontrar un trabajo acorde con sus estudios.

“Nostalgia”, libro de prosa poética y poemas

“Cuentos de la vida”, cuaderno compuesto de cinco cuentos infantiles.

“Cuentos del abuelo”, libro compuesto de 30 cuentos y relatos, algunos de ellos están expuestos en El Recreo y en Yoescribo.com.

Colaboro habitualmente en Astrolabio.net y Sierradecadiz.com. En El Recreo y en los Foros de El Café de Artistas, Bibliotecas virtuales y Yoescribo.com (a la espera de su maquetación)

Mis relatos están en mi blog, donde todos están invitados a entrar y leer.
http://ellugardejuan.blogspot.com


MANIFIESTO

Cuando yo era un niño, los maquis secuestraron a mi amigo y compañero de juegos, de doce años de edad, Antoñito Sánchez Regordán, y desde entonces esa imagen se quedó grabada en mi mente con tal fuerza, que la recuerdo como si hubiese sucedido ayer.
Desde aquel momento quise aprender a escribir bien para contar esa historia, con la esperanza de que jamás se volviese a repetir. Esa es mi primera novela, “La pista del lobo”.
Desde mi más temprana edad me gustó escuchar los cuentos de mis padres y abuelos; luego en el colegio me procuraban cuentos y novelas juveniles. Me leí las colecciones de Julio Verne, Emilio Salgari, y la colección completa de relatos de El Capitán Trueno, Roberto Alcázar y Pedrín, El tesoro de la Juventud.
Mi época escolar la pasé de colegio en colegio, de ciudad en ciudad. Así estudié Primaria en Madrid, Maestría Industrial en Málaga, entré en la Universidad Laboral de Madrid, de donde escapé al finalizar el primer curso con pésimas notas. Me fui a París y comencé a trabajar vendiendo el periódico France Soir en las puertas del metro; luego, cuando supe defenderme en el idioma, aproveché mis conocimientos industriales y pude dedicarme a controlar la calidad de las soldaduras en centrales nucleares, refinerías y gaseoductos, profesión que me llevó a desplazarme a países varios: Bélgica, Republica Sudafricana, Kenia, El Zaire.De regreso en España ruedo también por las diferentes provincias en que se construían grandes obras termoeléctricas: Centrales nucleares de Cofrentes (Valencia), Almaraz (Cáceres), Trillo (Guadalajara). Gaseoductos en Salamanca, Alicante, Almería, Córdoba y Cádiz, lugar donde me establecí definitivamente en la industria naval auxiliar.
Metido en la política laboral fui cuatro años Secretario del Metal en mi ciudad, representante de uno de los más importantes sindicatos españoles.Las experiencias de todo tipo vividas en todos estos lugares, archivadas en mi mente, estimularon mi imaginación y dieron nacimiento a las obras literarias antes mencionadas y a otras tres o cuatro que tengo en mente que, si Dios me lo permite, verán la luz a medida que vaya progresando en el arte de escribir, pues es bien cierto lo que dijo la escritora Blanca Miosi en este mismo lugar, “Primero escribimos novelas; luego aprendemos el arte de escribir.”

Es muy difícil publicar para un autor novel; existe un muro invisible que rodea a al mundo editorial, con el que se topan los que intentan acceder por primera vez, un muro que protege a los autores consagrados de la llegada de miles de escritores tan buenos como ellos, que podrían hacer tambalear sus privilegiadas posiciones. Tanto en los concursos literarios, como el enviar directamente a las editoriales las obras, se ven la mayoría de las veces rechazadas sin ni siquiera leerlas.
Hecho de menos a editoriales o instituciones dedicadas a dar a conocer a nuevos autores. Dicen que la gente se cansa de comer el mismo plato siempre; posiblemente, también se canse de leer siempre a los mismos, y para promocionar la lectura, como se pretende ahora, sería bueno dar a conocer otras formas de ver la vida leyendo a nuevos narradores.
En los foros de escritores de Internet he notado la ayuda y el ánimo de docenas de amigos y compañeros escritores noveles, que al igual que yo desean dejar su impronta en el mundo literario. A ellos les doy las gracias, porque ha sido gracias a ellos que hoy cuento con maravillosos relatos entre mis obras. Mención especial para Blanca Miosi, Raffie Rivera, Fernando Hidalgo, Isabel Torres, Silvia Pereiro, Terminus... y otros muchos.
Canción : la que lleva el relato. Si no la encuentran podría valer “Flor silvestre”, por Miguel Aceves Mejía u otro

INOLVIDABLE PRIMAVERA


El día había amanecido en París soleado y caluroso, un día señalado para pasear por las avenidas, sentarse en los parques o asomarse al Sena, para admirar el lento avance de las lujosas embarcaciones de paredes de cristal, convertidas en restaurantes y salas de concierto.
Miré a María Asunción, que estaba dormida en el sofá-cama desnuda, apenas cubierta por la sábana. Tenía un cuerpo bonito, bien proporcionado, de carnes apretadas y tostadas. Sus rasgos eran criollos: labios carnosos, nariz pequeña, ojos de miel, cabello abundante, negro azabache, largo y lacio. Descansaba plácidamente, recuperándose de la turbulenta noche que habíamos vivido. Llegamos ya de madrugada y estuvimos hablando de ella, de su maravilloso país, de sus ríos y selvas; de su presidente, el general Stroessner, uno más de los generales que gobernaban el mundo. Me dijo que ella era libre, de ésas que decían: “Haz el amor y no la guerra”, que se entregaban a quien lo necesitara y que por tanto no quería ataduras. “Estoy contigo, pero no te pertenezco”, me dijo. Miré el reloj: las 11. La dejé dormir.

La conocí el día anterior en la Sorbonne, durante la proyección de una película en uno de los anfiteatros de la Universidad. Horas antes, observé que en el Barrio Latino se aglomeraba toda la población estudiantil, ocupando escalones, fuentes, terrazas y muelles del Sena. Jóvenes de diferentes especialidades, culturas y países convivían habitualmente por esa zona; pero siendo el centro de la revuelta, miles de estudiantes de otros lugares habían acudido a solidarizarse con aquéllos y era prácticamente imposible encontrar un hueco donde descansar sin ser arrollado por esa masa humana que gritaba expresando sus convicciones y que arrastraba a la gente hacia los actos celebrados dentro de la Universidad. Me encontré sentado en un anfiteatro del centro de enseñanza, viendo cortometrajes de personajes como El Ché, Mao, Fidel Castro, que eran seguidos por debates en torno a esos líderes y sus doctrinas revolucionarias.
Fue durante el debate que siguió a un cortometraje de esos que una chica que se hallaba sentada a mi lado me ofreció beber agua de una botella. Bebí y la miré para darle las gracias. Era una joven de piel morena; parecía mulata, pero no lo era. No le pregunté nada, pero me presenté y tras el protocolo de rigor, quedamos en salir fuera a presenciar los acontecimientos. Ahora dormía en mi sofá, ajena a lo que sucedía en el exterior de aquella buhardilla de la Rue Montmartre.
Minutos más tarde, yo me dirigía por la Rue de Rívoli en busca de mi Citroën ID19, más conocido por “Tiburón”, que dejé abandonado en medio de la calzada junto a otros miles de vehículos que se habían quedado sin carburante. Estábamos ya a mediados de mayo de 1968.
Todo comenzó porque los estudiantes pedían una drástica reforma en la Universidad. Los padres apoyaron a sus hijos y los sindicatos de la Regie Renault se sumaron a la huelga. Pronto se le unieron otras fábricas y toda la industria quedó paralizada. Pero lo peor estaba por venir: la paralización general del transporte.
Las ciudades se quedaron sin abastecimiento, las estaciones de servicio sin carburante; las empresas cerraban porque sus empleados no podían acudir a sus puestos. Las calles se llenaron de coches abandonados en medio de la calzada o estacionados en doble y tercera fila en el lugar en que se quedaban secos. El mío estaba frente a las tiendas de La Samaritaine, cerca del Louvre.
Comprobé que todo estaba en orden y me dirigí a Nôtre Dame. Luego atravesé el puente hacia el Barrio Latino para alcanzar el Boulevard St. Michel, donde a esas horas los soldados del Ejército limpiaban las calles de adoquines, botellas, coches calcinados y botes de humo diseminados tras los enfrentamientos nocturnos.
A lo largo de la avenida personas de toda índole se arremolinaban alrededor de espontáneos oradores, que realizaban toda clase de discursos, enfrentados por la parálisis del país. En el titular del matutino París Jour, leí que el Gobierno no dejaba salir los capitales de Francia y que los trabajadores extranjeros sólo podrían enviar a sus familias remesas de 200 Francos mensuales. El día 13 se calcularon en 9 millones los trabajadores en huelga. Los actos vandálicos de los estudiantes estaban dirigidos por un tal Daniel Cohn-Bendit, un francés descendiente de judíos alemanes, que estudiaba Sociología en la Universidad de Nanterre. Días antes, había sido expulsado de Francia y regresó por sorpresa. Durante los enfrentamientos con la policía enseñaba a sus seguidores la manera de arrancar los adoquines de la calles y lanzarlos con fuerza contra los antidisturbios. La agenda se había convertido en rutinaria: manifestaciones y discursos por la tarde; barricadas por la noche, frente a una feroz respuesta de los CRS (Cuerpo Republicano Especial). En la madrugada del día 16, se cuentan mil heridos de consideración. Varios coches arden durante la noche, proyectando siluetas dantescas de la confrontación. Yo estaba convencido de que todo aquello acabaría en una guerra civil.
Miré de nuevo mi reloj: las doce, hora de regresar. Todo estaba cerrado por carecer de existencias, ninguna panadería, carnecería o restaurante. Menos mal que yo había conseguido llenar un armario de conservas en previsión de que la huelga se alargase. En las fachadas de los edificios, en los escaparates y en las farolas aparecían carteles de todas clases, referentes a la huelga. El que más impresionaba era uno que mostraba a un policía de los antidisturbios con casco, gafas y máscara en una pantalla de televisión. Debajo tenía el mensaje siguiente: No enciendas tu televisor, el Gobierno te vigila.
Cuando llegué a mi apartamento, después de subir las escaleras hasta la octava planta, oí unos acordes de guitarra y una voz dulce y suave de mujer que cantaba:

Barlovento, barlovento
tierra ardiente y del tambor
Tierra de las fulias y negras finas
que se van de fiesta
La cintura prieta al son de la curbeta
Taki, taki ta , y de las minas.


Abrí la puerta y vi a María sentada en el sofá, tocando una vieja guitarra que yo guardaba colgada en la pared desde hacía dos o tres años. Ella la había afinado y se acompañaba de unas notas nostálgicas. Al verme me sonrió, sin dejar de cantar:

Sabroso que mueve el cuerpo
La barloventeña cuando camina
Sabroso que suena el tan
Taki , taki tan sobre las minas

Que vengan los comunqueros
Para el baile de San Juan
Que la mina está templada
para sona taki, taki ta.

Me senté en la moqueta frente a ella y aplaudí cuando acabó su canción. Entonces se levantó y vino a mí y me besó. Luego se asomó a la ventana y descubrió a las palomas que habitaban en los tejados. Me miró y sonrió. Le di un paquete de maíz que yo guardaba para alimentarlas y ella se volvió a asomar para echarles la comida. Tenía unas piernas largas y muy bonitas, bien torneadas. Al inclinarse sobre el alféizar me di cuenta de que no llevaba ninguna otra prenda debajo de la camisa larga que se había puesto. Me acerqué a ella y me arrodillé, la abracé y puse mi mejilla pegada a sus nalgas. Sentí algo inolvidable, maravilloso. Su piel me transportó por las verdosas aguas del río Paraná, a través de una selva de plantas frescas y de olores diferentes. Su perfume delicado y envolvente me llevó hasta el Corpá, y me enseñó la belleza y majestuosidad de las aguas de Guairá, despeñándose a más de cien metros de altura, enmarcadas en un arco iris alucinante. Me sumergí en ellas con pasión y deseo y me dejé arrastrar por las impetuosas aguas hasta el lejano remanso reparador que sucede a la vorágine.

Al anochecer me dijo que se iba a la Universidad para unirse a sus compañeros en la lucha. Yo la acompañé.
El boulevard estaba rebosante de gente; junto al puente de St. Michel, centenares de furgones policiales esperaban ansiosos la orden de ataque. En las calles se enfrentaban los partidarios de continuar luchando, que ofrecían por 1 franco el libro “Mao Tse Tung” para ayudar a los encerrados en la Sorbonne, contra los partidarios de la reivindicación pacifista, que repartían folletos y fotos de Luter King.
Serían poco más de las diez cuando oí el griterío que subía desde el río, me asomé a la esquina de la rue Sorbonne y vi que la gente corría hacia arriba. La masa humana se dirigía al edificio central de la Universidad a refugiarse. Miré hacia abajo y vi un espectáculo terrorífico: los antidisturbios avanzaban pegados hombro con hombro y formando filas compactas, que iban desde una acera a la otra golpeando salvajemente con sus porras a todo aquél que estuviese en la calle obstaculizando su camino. Viendo las puertas de los edificios cerradas, la gente se pegaba a las paredes y los portales. En vano: todos eran golpeados con dureza. Los que caían al suelo eran pisoteados por todo el regimiento de CRS, que se dirigía sin miramientos hacia la Sorbonne.
Me volví al escuchar mi nombre, era María Asunción que me llamaba desde la puerta del centro universitario, rogándome que me refugiase dentro con ella; pero vi que era imposible: un grupo considerable de personas se interponían entre nosotros y no me podía mover porque la calle ya estaba al completo, como el metro en las horas puntas. Le dije adiós con la mano y me salí por otra calle en dirección contraria a los guardias, hacia los Jardines de Luxemburgo. Atravesé de nuevo el Sena por el Puente de las Artes y llegué a mi casa con las luces del alba. Me duché mientras escuchaba la radio y oí que las fuerzas de seguridad habían desalojado a los estudiantes que habían ocupado la Universidad, que muchos de ellos estaban heridos, que otros estaban detenidos y que algunos serían expulsados de Francia.

Nunca supe más de María. Pregunté varias veces entre los universitarios y les mostraba una foto que había obtenido de ella, por si la conocían. Nadie sabía de ella.
Pero como dice el tema de “Esplendor en la hierba”, su belleza permanece para siempre en mi memoria.
Fin

domingo, enero 21, 2007

Rosa Quetglas, una joven promesa.

En nuestro querido Racó Literari de 3 de Nit, Sandra Llabrés y Joana Pol entrevistaron a la más joven promesa literaria que ha pasado hasta el momento por IB3-Radio. Rosa Quetglas, de Costitx, tiene tan sólo 14 años, pero es capaz de escribir historias con tanto gancho como la siguiente:








(En construcción, perdonen las molestias)

jueves, enero 18, 2007

Andrés Moreno Galindo en IB3-Radio, con Sandra Llabrés y Joana Pol.

El autor de la semana en el Rincón Literario de 3 de Nit fue Andrés Moreno Galindo, a quien la popular presentadora Sandra Llabrés y la escritora mallorquina Joana Pol entrevistaron en la medianoche del miércoles en IB3-Radio.




Lema: "El sobresalto en el último suspiro".

Biografía:

Me llamo Andrés Moreno Galindo, tengo 40 años y vivo en Sant Quintí de Mediona, un pequeño pueblecito en el corazón del Penedés, tierra de vinos y cavas de Catalunya, hacia donde huí hace ya unos años proveniente de Cornellá de Llobregat, ciudad dormitorio del extrarradio de Barcelona que, como otras, ha nutrido de trabajo y sudor las fábricas catalanas desde los años 60. Siempre he leído, recuerdo a un niño de diez años, ya con la vista cansada de fijarla en las letras, leyendo asombrado las peripecias de Robinson Crusoe, de Jim Hawkins, de Guillermo Brown, y uno de los mejores recuerdos que tengo de mi infancia fue el regalo de un inmenso saco de tebeos usados que dieron para muchas semanas de lectura. Luego ya descubrí a Poe, Lovecraft, los autores de terror gótico, y en general a todos los maestros de la literatura de terror, género que ha sido siempre mi favorito, y que siempre he defendido contra las acusaciones gratuitas de falta de profundidad y contenido. Para bien o para mal, mi forma de escribir está fuertemente influida por Poe y el resto de la pandilla, lo que hace que mucha gente encuentre mi estilo farragoso, retorcido y preñado de adjetivos. Reconozco esas críticas, pero siempre he escrito así y no creo en los cambios forzados de estilo, sobrellevo esa carga con gusto, es una de las pocas cosas que no veo necesario cambiar después de tantos años de continuas concesiones en la También me gusta pensar que contribuyo modestamente a mantener vivo un idioma que en la actualidad está siendo masacrado por el mal uso de las nuevas tecnologías, la falta de cultura de los comunicadores que deberían dar ejemplo y masacran continuamente nuestra lengua, y sobre todo por la penosa educación que se imparte en la actualidad, fruto de una desquiciada política educativa que está hipotecando el futuro cultural de nuestro mundo.
Reconozco como uno de mis principales defectos la desidia y la pereza a la hora de escribir, me cuesta horrores ponerme a la tarea, en eso envidio a tanta gente que siente la necesidad acuciante de escribir cada día, creo sinceramente que podría haber hecho algo más en este mundillo de haber tenido más fuerza de voluntad, pero uno es así, volvemos al fatalismo. Mi modesta producción literaria engloba un puñado de cuentos de terror, entre los que destaco "Inercia", "El túnel", "El marino", "Rómpeme, mátame" o "El ánfora". "El túnel" fue traducido a un primoroso inglés por el excelente traductor australiano Vivian Stevenson, y algunos de mis relatos fueron leídos en el marco del
También he perpetrado algún relato fuera del ámbito del terror y he escrito algunos poemas, estos sí relacionados con el terror, más que nada por lo malos que son. He diseñado y mantenido durante varios años la página literaria "El Gato de Hank", donde he publicado todos mis cuentos, junto con las creaciones de un buen puñado de escritores en lengua hispana, y actualmente estoy realizando una página web a medias con mi amigo Ginés Torres, donde publicaremos nuestros trabajos presentes y futuros. Aunque la cultura se diluye un poco en ese inmenso monstruo llamado Internet, creo firmemente en el poder de la web para dar a conocer a escritores noveles. Respecto a mis aficiones, soy un fanático de la historia de la Antigua Roma, y he intentado plasmar ese amor en el relato "El ánfora". Simplemente espero hacer pasar a mis lectores un buen mal rato, eso es todo.

Manifiesto

Creo que, por lo menos en mis cuentos de terror, trabajo para el lector, con esto quiero decir que busco con ahínco que tenga lo que quiere cuando lee un cuento de horror, esto es, un excitante escalofrío que sube por la espalda y estalla en tu cabeza, justo lo que siento cuando leo uno de los mejores relatos de terror que se han escrito jamás, "El emisario", de Ray Bradbury. El horror en la última frase, y si puede ser en la última palabra, la sorpresa, el desenlace terrorífico, esas son mis metas.


Mis relatos

INERCIA
Por Andrés Moreno Galindo

Siempre he sido una persona de costumbres. O, mas bien, una persona de inercias porque, bien pensado, cuando adoptas una costumbre es porque la misma te proporciona una satisfacción constante, aunque ésta sea casi insignificante. Sin embargo, ser una persona de inercias conlleva altas dosis de aburrimiento, hastío y una sensación de dejadez y laxitud, de falta de lucha. Siempre que reflexionaba sobre el tema, me venía a la memoria un párrafo de la magnífica novela de Graves sobre Claudio, en el que el viejo emperador, enfermo, cansado y hastiado de las constantes traiciones y conjuras que a su alrededor se sucedían, se sentía como un viejo leño arrastrado por la corriente de un río, dejándose llevar mansamente hacia el fin. Una sensación parecida era la que sentía yo, al repetir día tras día, noche tras noche, las mismas cosas, no porque encontrara deleite en ellas, sino porque me negaba a luchar contra la corriente, a buscar otra alternativa, a dar un golpe de efecto que cambiara mi vida y me liberara de las ataduras de una vida repetitiva y carente de emociones y alicientes. Podéis llamarlo pereza, falta de energía, espíritu conformista, pero el hecho cierto era que me había dejado atrapar por una serie de múltiples y pequeños compromisos de los cuales no podía o no quería escapar, a pesar de que gran parte de ellos hacía tiempo que habían perdido su interés inicial para mí. Por inercia tomaba siempre la misma ruta para ir al trabajo, por inercia desayunaba siempre con los mismos compañeros, desgranando sin convicción los mismos tópicos que se perpetuaban en nuestras conversaciones desde hacía ya demasiados años. Por inercia leía el mismo periódico, comía lo mismo en el mismo restaurante, bebía la misma marca de vino, la misma marca de licor, y así ad infinitum. Me veía encorsetado por múltiples de pequeñas ligaduras en los momentos en los que presuntamente podía dar rienda suelta a mi imaginación y libre albedrío. Si algún día alguien lee esto, estoy seguro de que pensará que fui la persona más aburrida y poco excitante de mi tiempo, y tendría razón, sólo que ese dudoso honor lo compartía desde hace años con mi buen amigo R., cuya existencia seguía un rumbo totalmente paralelo al mío. Habíamos sido compañeros de estudios desde la primera infancia, después habíamos compartido las nada excitantes diversiones de nuestra adolescencia, y por fin habíamos acabado desempeñando el mismo tedioso y monótono trabajo en una oficina poblada de moluscos humanos como nosotros, que como nosotros también se dejaban llevar perezosos y ajados por la corriente. Y así como la inercia nos arrastraba a desayunar lo mismo desde hacía más de treinta años, nos veíamos arrastrados a la partida de ajedrez de los sábados, partida que, indefectiblemente, tenía lugar en mi casa, por un motivo que se nos escapaba a los dos, si es que en algún momento habíamos llegado a reflexionar sobre él. El ritual, creo obvio contarlo a estas alturas, era siempre el mismo. R. llegaba a las 11 en punto, colgaba su chaqueta y su sombrero en el perchero del recibidor y juntos pasábamos a mi pequeña biblioteca, donde una vieja lámpara proporcionaba a la estancia una luminosidad mortecina y desvaída. Nos sentábamos y jugábamos en silencio hasta las doce o doce y cuarto, dejando casi siempre la partida inacabada, momento en el que apagábamos las luces y nos sentábamos en sendos butacones frente a la chimenea, fumando, bebiendo jerez y charlando de insustancialidades hasta bien entrada la noche.. El sabor del jerez y del tabaco de pipa, las cambiantes sombras en nuestras caras provocadas por el movimiento de las llamas, la pausada conversación, todo proporcionaba a esos momentos un encanto especial, aburrido pero placentero. Sólo en contadísimas ocasiones habíamos renunciado a este ritual, quizás el menos desagradable de los miles que componían el devenir de mi existencia. De hecho, estoy escribiendo esto una hora tan sólo después de haber despedido a un R. Bastante más excitado que de costumbre. Todavía puedo verlo sentado delante de mí, con un leve temblor en la mano que sostenía su copa de jerez. Su conversación de esta noche, mas bien su monólogo, ha supuesto una brusca variación de nuestras habituales charlas insulsas. Sí, todavía oigo su voz.
- Le aseguro, mi querido H., que he tenido una endiablada suerte esta tarde. Circulaba a una velocidad moderada por la carretera que conduce a la costa, cuando he podido esquivar por los pelos a uno de esos condenados turistas de la ciudad que ha hecho caso omiso de una señal de stop. De pronto, me he encontrado frente a mis narices un deportivo rojo, y he tenido el tiempo justo de dar un volantazo y esquivarlo. Créame si le digo que ha sido cosa de centímetros. – R. hizo un gesto de alivio y sorbió con deleite su jerez- Estas son las cosas, H., que le hacen a uno plantearse el porqué de su existencia. Uno lleva una vida sosegada, tranquila, sin sobresaltos, pretendida y pretenciosamente segura, y un buen día el destino pone en tu camino a unos turistas locos y todo se desmorona como un castillo de naipes, y espero que me disculpe por este símil tan manido. En fin, amigo H., he decidido disfrutar un poco más de la vida, salir más, hacer incluso un viaje por el extranjero. Siento como si el incidente de esta tarde hubiera sido un guiño del destino, un aviso de que una vida aburrida y tranquila no garantiza un final aburrido y tranquilo. Sí, creo que voy a cambiar un poco mis hábitos, salir de la rutina, dar un pequeño golpe de mano en mi vida. En fin, estimado H., creo que ya va siendo hora de marcharme. Todavía me siento un poco aturdido. Creo que un largo y relajante sueño me hará bien.
Sí, todavía me parece verlo levantarse y caminar levemente tambaleante hacia la puerta, bastante presentable para las circunstancias. Y digo esto porque también para mí ha sido un día fuera de lo normal, lleno de incidentes. A media tarde he tenido que ir a identificar el cadáver de mi amigo R., muerto en accidente de circulación, al chocar de frente con un deportivo rojo en la carretera de la costa. Su cuerpo había quedado prácticamente intacto. Sólo una horrible herida en la nuca, la que le había causado la muerte, la misma que yo había visto al girarse para marchar hacia la puerta. En fin, les dejo, he de subir a acostarme. Por cierto, qué cabeza la mía, se me olvidaba algo. Demasiadas emociones para un tipo tan aburrido como yo. El caso es que R. no viajaba solo. Resulta que mañana es mi cumpleaños, y R. tenía que acompañar a mi mujer a la ciudad para comprar mi regalo. Ella ha tenido menos suerte. El impacto del choque la hizo atravesar el parabrisas de coche de R y la lanzó encima del deportivo rojo, segundos antes de que comenzara a arder. Su cuerpo ha quedado totalmente calcinado, un horrible amasijo negro con una espantosa expresión en su rostro. Pobre paloma mía, cuanto ha debido sufrir.. Ahora sí que les dejo. He de subir a mi dormitorio, a nuestro dormitorio. Alguien –o algo- me espera. Y yo lo comprendo. Ella también era lo que podríamos denominar una persona de inercias.


RÓMPEME, MÁTAME

“Tus ojos ya no me miran, son tus labios dos mentiras. Tu lengua insulto y caricia, pero así me siento viva”
Trigo Limpio
Canción “Rómpeme, mátame”

Ya está otra vez aquí, en la casa, ya llega, ya puedo oír el sonido de sus pisadas subiendo por las escaleras, tambaleándose en la oscuridad, ya puedo sentir el calor del infierno que arde en su mente y quema las lágrimas que brotan de sus ojos, ya puedo notar la cólera, ya puedo ver su mirada demente, sus manos engarfiadas, intentando atrapar su inocencia perdida, el olor del cuerpo de una niña en un baile del colegio, el tacto del pecho de alguien cuya cara se desdibujó hace tiempo, ya puedo ver su rabia creciendo, buscando, buscándome. Y yo estoy aquí, tumbada en la cama de esta habitación, esperando, como siempre, aterrorizada, mirando fijamente la puerta, el pomo, y aunque la muerte acabó con el miedo a sus golpes, lo ha sustituido por la horrible certeza de que la muerte no nos ha separado, de que él seguirá viniendo, noche tras noche, cada día más desesperado, cada día más enloquecido. Podría salir de aquí, abandonar esta casa, pero nunca lo he hecho, y nunca lo haré. El exterior me da miedo, me da más miedo que él. No puedo internarme en esas calles solitarias, me mareo, al cabo de unos metros todo se desdibuja, los colores se difuminan y los objetos se me antojan carentes de energía, como manchas lechosas en un paisaje muerto. Y prefiero quedarme en esta habitación, mirando hora tras hora la bombilla que cuelga del techo, fijamente, fijamente, hasta que puedo oír el zumbido de la electricidad dentro del cristal. También sigo los contornos del papel pintado de las paredes, enlazando sus líneas, formando caras, cuerpos, edificios, y así he construido, durante años, mundos enteros, ciudades inverosímiles, generaciones de seres imaginarios que han vivido y han muerto dentro del papel. Hasta que llega la hora, hasta que oigo la puerta de la calle abrirse, y pienso que no debería oírla, y siento que la muerte se burla de mí, que revienta de risa observando mi terror y mi estupefacción mientras me susurra al oído: “toda la eternidad, toda la vida y toda la muerte”. Giro la cabeza y veo la pistola encima de la mesita de noche, que también se burla de mí, con los restos de su carga de muerte hibernando en su fría ánima, provocándome como aquella noche de hace años, pidiéndome que vuelva a empuñarla y que vuelva a avanzar hacia él sujetando su culata con una mano crispada. Un solo disparo, y la cara amada, la cara mil veces cubierta de besos, mil veces venerada y luego odiada mil veces fue arrasada por el plomo candente, y así sigue, noche tras noche, y hace ya tantos años...
Lo oigo tras la puerta. Él también tiene miedo, puedo sentirlo supurar a través de ese torbellino de frustraciones, recuerdos, furia y demencia que es su mente. Lo sentí el día del entierro, cuando, susurrando su furor sordo y apenas contenido a través de la madera del ataúd, me dijo que volvería, que aquella misma noche volvería, que no le importaba la muerte, que le esperara porque volvería, y lo hizo. Y yo estaba allí para esperarle. Como ahora, encogida y sumisa ante ese hombre enloquecido que quiere volver a ser un niño y no puede, que intenta golpearme y me escupe a la cara su resentimiento, su desconcierto, que busca culpables, que quiere señalar a alguien como al causante de sus desgracias, que me ha convertido en el gatito al que se tortura sin motivos, sin causa aparente. Porque él tampoco es libre, también de él se burló la muerte. Y vuelve a casa, noche tras noche, porque ya no sabe hacer otra cosa más que buscarme para seguir odiándome y seguir gritándome su odio a la cara. Porque aunque ahora ya no me puede golpear, y ya hace tiempo que dejó de intentarlo, necesita herir de cualquier manera a ese ovillo de carne acurrucada en un rincón que tiembla, que reza a un Dios en el que no cree, que intenta cerrar los ojos pero no puede, que sólo desea verle caer sobre la cama y dormirse musitando incoherencias entre gemidos para acostarse al lado de ese desquiciado horror que hace una eternidad cogía su cara y miraba sus ojos con centelleos de amor y deseo infinito en su mirada.
Ya nadie viene a la casa. Tras la Noche de la Muerte, casi todo el mundo creyó la historia del suicidio, todos esperaban algo así; en cierta manera suspiraron aliviados, y alguno de nuestros viejos amigos hicieron de tripas corazón y acudieron a la casa, pero progresivamente dejaron de venir, dejó de interesarles la compañía incómoda de una especie de fantasma desorientado que hacía un esfuerzo por enfocar una mirada perdida y vacía hacia ellos, sin importarle lo más mínimo lo que le decían, sonriendo estúpidamente desde el sillón. Lo prefiero. Sus rostros y sus cuerpos también se desdibujaban progresivamente, se me antojaban maniquíes en movimiento, o esos modelos de figuras de madera que utilizan los pintores y que pueden adoptar diferentes posturas. Me alegré cuando el último amigo dejó de aparecer por la casa. Ahora estamos solos los dos, y de la misma manera que hace tiempo vivimos nuestro paraíso vivimos ahora nuestro infierno, juntos, juntos para toda la eternidad. Y yo sólo sé que su odio es tan grande que ha vencido a su locura y a su horror, y vuelve a subir las escaleras cada noche, camina por el pasillo en tinieblas y abre la puerta de la habitación donde yo le espero, y sabe que mi miedo es infinito, que lo puede sentir, aunque tras la Noche de la Muerte, cuando en el forcejeo la pistola se disparó a bocajarro sobre mi cara, mi rostro no pueda reflejarlo...

Cornellá de Llobregat, 19 de Julio de 2001










Canción:

Paul Roland es un bicho raro dentro del mundo de la música. Fuertemente influenciado por la época victoriana y por el terror gótico, sus canciones están trufadas de fantasmas, ahorcados, doctores enloquecidos, psicópatas, etc. Tiene una voz dulce y suave y sus canciones son un atinado cruce entre la electricidad y la acústica, donde conviven sin problemas guitarras eléctricas con violoncelos y clavicordios, la tormenta y la calma. Quizás una de sus mejores canciones sea "Candy says", sobre la amistad de una niña con un amigo imaginario. Una canción donde conviven el horror y la ternura, una de mis favoritas.

viernes, enero 05, 2007

Boris Rozas: Sandra Llabrés y Joana Pol entrevistan al poeta en IB3-Radio.

El autor de IB3-Radio de esta semana fue el poeta Boris Rozas. Sandra Llabrés y Joana Pol le entrevistaron para el Rincón Literario de 3 de Nit, donde interviene también Carles Riera (con quien interactúa habitualmente la popular presentadora Sandra Llabrés en el magazine nocturno 3 de Nit, de IB3-Radio), y Cristina Torres, Juan Gabriel Bauzá, Joan Trías, Tito Fuster y la propia Sandra Llabrés recitaron algunos poemas de su próximo libro:






-LEMA:

El que incluyo en la solapa de mi segundo libro publicado:

- "Hacerse entender y respetar en una larga huida junto a unos versos tristes no es profesión lustrosa, sino más bien ataque de necesidad. Y, claro está, compromiso, para con uno mismo y sus palabras"

-MANIFIESTO:

Como dije en mi primer libro:

- "De todos los rincones del hombre, el menos visitado es aquél donde se guardan las provisiones de la vida.

Encontrar el tiempo es lo importante."

BIOGRAFÍA

Nacionalidad: Española
Edad: 34
Lugar de nacimiento: Buenos Aires ( Argentina )
Educación
1992 - 1997 Facultad de Filosofía y Letras, Universidad de Valladolid
Licenciado en Filosofía y Letras, especialidad Filología Inglesa
- Certificado de Aptitud Pedagógica (CAP)
Experiencia profesional

Escritor, Poeta. Autor de la editorial castellano-leonesa CELYA

Fundador y Directos de varias publicaciones de la Universidad de Valladolid:
- Revistas RÉPLICA, ONEIROS, ARGOS
- Fundador de la Asociación Cultural Universitaria Réplica Siglo XXI

Presentador, desde 1992 hasta 1997, de diversos espacios radiofónicos en la emisora
ONDA VERDE VALLADOLID:
- “El Ombligo del Mundo”, magazín diario de temática variada.
- “BABEL”, de temática literaria.

Colaborador semanal en la sección literaria del magazín televisivo EL BALCÓN, en
Canal 29 Valladolid, durante el año 1996
Patentes y publicaciones
Ha publicado hasta la fecha:
- “Bagajes del alma”, Ed. Visión, año 2004
- “Lleno del mar”, Ed. CELYA, año 2005
Premios y distinciones

Premio “Mesa de Mármol”, en la categoría de autores menores de 25 años, Salamanca, año 1992
Mención especial VI Feria del Libro de Benavente, agosto de 2005, por el recital poético “Dos poetas, dos vidas”, junto con el poeta luso AM Pires Cabral
Mención especial V Feria del Libro de Benavente, agosto de 2004, por el recital poético “Cuatro vidas y un amor” junto con los poetas Joan Gonper, Santos Jiménez y Jesús Losada.


OTROS CONOCIMIENTOS

Entorno Windows, Access, Excel, Word, Office, Outlook.
Powerpoint
Autocad
Photoshop









-LECTURA:

Son una serie de poemas muy breves, bajo el título de "Poemas del Niño Gris", que irán incluidos en mi tercer libro, "Hemisferio Sur", que saldrá a la venta a finales de año.

Hablan de mi infancia en Buenos Aires, de mis sensaciones al recordarla, de mi gente, de los árboles, los olores....el verano. Los encuentro edificantes. `

Espero que os gusten





POEMAS DEL NIÑO GRIS




(I)





De niño este parque me parecía el más hermoso,
estos juegos los más infantiles;
de rodillas, colando mis manitas en la arena,
robándole el agua tibia a todas las fuentes,
tanto sol y tanta tarde por delante.
Tierna hierba, lánguida e inquieta,
horadando los poros de la piel joven,
engañando a los sentidos, fecundos,
adolescentes.






(II)





Porqué yo... y no este pequeño insecto,

si ambos compartimos un mismo deseo:

volar.









(III)





¡Oh viento, largo y lento!
tanto tiempo me has mecido,


tantos encuentros,
tanto perfume introvertido.


¡Oh cáñamo, dulce de mi atlántico!
suave trino, mar en llamas y navío.


De la madre viene el cántico,
con el hijo se apaga el vacío.










(IV)





Recuerdo a mi dulce abuela de leche, suave,
convertida en trapo,
el murmullo alegre
de aquella puerta de al lado,
mi cárcel
pintada a mano, con guirnaldas y flores.
Mi verano.






(V) LIBERACIÓN



Una mariposa encendida por la pasión de ese vuelo tan corto
como hermoso, ha elegido prestarme sus alas incendiadas
para pintar juntos los ángeles del cielo, las praderas del aire.
En ese batir simultáneo de espaldas acorchadas, va disuelto
el corazón, la piel erizada,
enfrentando la lluvia, descalzos y peregrinos,
tomas tú mis raíces, yo bebo de las tuyas.
























OSCILACIÓN


Oscilación ante los ojos negros
que se van comiendo la tarde,
cuando el día baja la mirada,
cuando el cielo agacha la cabeza.

Páramo estigio
que por el curso del río
ha desbordado, hasta truncar
el último vestigio, el alba.





Epílogo (C minor)

Aunque
no bastan estas palabras
para llenar el vaso
de tu frío cuerpo,
valga esta agua
como soplo
de viento
en este cementerio.

Programas navideños en IB3-Radio con Sandra Llabrés, Carles Riera y Joana Pol.

(ARTÍCULO EN CONSTRUCCIÓN, EN BREVE SE AÑADIRÁN VIDEOCLIPS, DISCULPEN LAS MOLESTIAS)

El 20 de diciembre se emitió un bonito recopilatorio de las lecturas más solicitadas por nuestros radioyentes, y aunque la lista era larga como siempre el programa se nos quedó corto. Así, tuvimos oportunidad de recordar a Rosa Ribas con su Pintor de Flandes, a Viki Tapada con su Galilea, a Lucía González Lavado con "Profecía", y se quedaron sin poder emitirse muchas otras pequeñas joyas que no dudaremos en recuperar en futuros programas.

Además, el 28 de diciembre (día de los Santos Inocentes) el Rincón Literario, a pesar de varias pequeñas incidencias propias de ese día del año, se emitió contra viento y mareo, perdón, contra viento y marea, aunque en el último momento las lecturas debieron hacerse "a pelo" por Carles Riera y Joana Pol, ya que Sandra Llabrés no pudo estar presente en el programa. Así, fueron leídos el cuento ganador del concurso convocado en "Amigos de Mallorca Fantàstica y de los Autores de IB3-Radio", que es como los antiguos foros de Joana Pol han sido rebautizados en honor de sus moradores, y los finalistas, quedando lugar incluso para un emotivo regalo que consistió en una cuarta lectura muy especial.

El cuento ganador fue el de Elena Pérez, escritora de las Islas Canarias:



Uno de los finalistas, el entrañable "Cuentecito" de Laura López:

Érase una vez que se era, existía un hombre de una ciudad cualquiera, ya que nada de importancia tiene esos detalles para esta historia, el cual había pasado un mal año que deseaba olvidar en cuanto pudiera. Pero cuando el fin de éste se acercó, se dio cuenta de que aun a pesar de todo, había tenido momentos muy felices que deseaba conservar en su corazón y todos propiciados por mucha gente a la que adoraba.

Meditó durante varios días y se dijo a sí mismo, que no podía dejar escapar la oportunidad de agradecer a todos los quería lo mucho que le habían ayudado y demostrar lo que significaban para él. Así que esperó a las navidades, ya que pensaba que sería más fácil encontrar cualquier objeto que pudiera hablar por él a los que amaba, decidido a gastarse lo que fuera en sus regalos. Las fiestas llegaron y comenzó su búsqueda a través de todas las tiendas de la ciudad.

Recorrió los centros comerciales más modestos y los lujosos, husmeó por pastelerías, tiendas de juguetes e incluso joyerías... y por mucho que sus vendedores le dijeran, nada era capaz de decir lo que él albergaba en su corazón. Entonces una idea llegó a su cabeza: les escribiría a todas y cada una de aquellas personas lo que deseaba decirles. Así que buscó por un sinfín de papelerías los bolígrafos de pintaran con los colores que más gustaban a los suyos, los lazos más hermosos... y aunque había papeles preciosos, ninguno le pareció tan maravilloso como para usarlo en su propósito. Entonces escogió el más acorde con sus deseos, uno gris, áspero y reciclado, le pareció buena idea ya que iba a gastar muchas hojas.

Feliz por su ocurrencia, corrió hacia su casa, se sentó en una cómoda silla y extendió en la mesa todos los bolis, lazos y papeles... y otra vez volvió a encontrarse con un gran problema: no sabía qué decirle a ninguno de los que quería. Existían miles de palabras maravillosas para agradecerles todo, eso estaba claro, pero nada, no había forma de decirles lo que de verdad sentía. Al final, desesperado, comenzó a escribir con la letra más pequeñita que pudo cientos de veces la frase ‘te quiero’, lo único que se adaptaba a lo que deseaba expresar.

Enrolló y ató todos los mensajes de cariño... y al acabar, se asustó al sentir que aquel era el regalo más estúpido, cutre y cursi del mundo. Pensó en quemar todos los papeles, pero al final decidió arriesgarse y dejar cada rollo en el buzón de su destinatario, ya improvisaría y le entregaría a cada uno algo de más valor.

Y si bien todos los destinatarios sabían que aquel iba a ser el regalo más humilde que nunca recibirían, rechazaron cualquier otra cosa que les ofreció después, porque todo lo demás era poco comparado con el corazón de su amigo.


"Evaristo", como se le conoce popularmente a Héctor Saz, nos regaló con este original cuento de navidad con Guardia Civil incluída:

EVARISTO (HÉCTOR SAZ)
VENTISCA SIN GRACIA EN REY SOSTENIDO

Viento, nieve, oscuridad. En un lugar de la frontera española con Francia son varias las siluetas que se dibujan entre la tempestad, parecen bultos de muchas cabezas con apenas un puñado de voces que se comunican en todos los idiomas que se escuchaban en la Torre de Babel. La primera testa se yergue la más alta de todas y girándose hacia ti, lector, dice:

- Slurp - tras lo que la segunda sombra calla -
- Slurp, slurp - toma la palabra la tercera figura -
- Slurp... ñef ñef, slurp - se adelanta a decir el quinto bulto antes que el cuarto o incluso que el segundo, que sigue callado -
- Dejen en pas a los nuestros dromedarias - refunfuña la séptima silueta anteponiéndose a las anteriores primera, tercera y quinta e incluso a la segunda, cuarta y sexta... aunque no tuvieran intención de emitir palabra alguna-.
- ¡Cállense ya, me hagan el favor de respetar a la autoridad! ¡No se me muevan ni un pelo!... sí, sí, tres sospechosos mi teniente - aventura a decir un hombre con radio en la mano y bigote en la cara - ... ¡Cuadrilla, vigiladme a estos hippies!

La sombra del radioaficionado, culminada en tres picos, se alejaba del gentío: tres barbudos, tres dromedarios, sus jorobas y tres guardia civiles más. Hablando por un gran walkie talkie se ve al Sargento Gutiérrez hacer aspavientos, no es difícil escucharle: si sus gritos no producían alud alguno es porque la montaña no deseaba tener a semejante provocador de jaquecas retenido en ella. Cuánta voz para tan pocas luces.

- ¡Cómo que el intérprete va a tardar!... Sí, sí, señor, sé que estos días todo el mundo está en vacaciones, pero es que si en vez de principios de enero fuera julio no iba a quejarme de que se me estuvieran helando los... sí, si yo lo entiendo, mi teniente, pero compréndame a mí. Tendría que estar aquí para verlo, de veras, le cuento la verdad pero no sé si se la va a creer. Estoy con tres chalados vestidos de forma extraña y sus tres camellos... no, camellos de animal, nada de drogas mi teniente, camellos de los que...

- ¡Son dromedarias! -contestó la sombra más oscura del pintoresco grupo a pleno pulmón-.

- ¡Cállese!... oh, no, no, no era por usted, mi teniente, era uno de los sospechosos, sí, me decía que eran dromedarios, no camellos. No, no he bebido, dromedarios, sí, en los pirineos y con un frío que como le decía me está helando los... sí, a mí también me sorprende... le repito todas las descripciones y le leo los datos que me han dado: Damascón Serakin Baltasar, varón de mediana edad, de color, no trae documentación.

- ¡Son dromedarias! -insistía el enturbantado señor azabache-

- ¡Será idiota el tío! ¡No! Por favor, cómo iba a osar a decirle eso a usted, señor, le decía al dete... sí, como diga, sigo: Appelicon Melchor Magalath, un anciano de pelo cano, huele a anís que mata, debe de llevar bebiendo y comiendo polvorones toda la noche. El tercero, señor, me da mala espina, parece un poco moro, barba negra y larga, no habla nada castellano y permanece callado desde el principio...

- ¡Señor - gritó un benemérito -, el anciano borrachín se ha echado a dormir en el suelo!

- Haz... haz que se levante... Como le decía, creo que este tercero puede ser alguno de los hombres de "alcaeda", me huele a chamusquina. El de color me ha dicho que se llamaría Gaspar Amerín Galgalath... sí, señor, esos nombres. No, no le estoy tomando el pelo, pero ellos están muy bromistas diciendo que quieren trato de reyes... los reyes del mambo van a ser, ¡pero en el cuartelillo!

- ¡No camellas, dromedarias! - seguía el indignado africano -

- Señor, es un caso claro de transporte ilegal de material juguetero, no llevan las facturas, esto viene de china por lo menos, y en mi vida había visto en tres sacos tanto muñeco junto, estos están traficando para sacar dinero...

- ¡Mi sargento, creo que el abuelo anisete se ha meado encima! - dijo Gómez sin llamar la atención de su sargento -

- Señor, podemos estar haciendo historia, podríamos estar evitando la madre de todos los atentados islamistas de terrorismo integral... no, inter... bueno, ya me entiende. ¿Que si he sido bueno este año? No entiendo qué es lo que me quiere decir. Sí, le confirmo: Melchor, okey, el viejo borrachín, Gaspar el more... y sí... Balta... ¡Me cago en... - el Sargento se dirigía echo una furia hacia donde se encontraba antes-

- ¿Qué sucede, mi sargento? - Dijo uno de los tres cabos los cuales se giraron al unísono hacia su azorado superior inmediato -

- Mira, Martínez - cogió al jefe de cuadrilla de la solapa y agitándolo lo suficiente como para tirar el tricornio al suelo -, me vais a coger a estos bromistas y "me les" vais a sacar los datos verdaderos, los muy cabritos nos han tomado el pelo de la cabellera y eso no pienso per...

- ¡Mi sargento! - Espetó Pellicer - Los detenidos, no están... no sé cómo, pero han desaparecido por arte de magia. Ha sido... como un parpadeo.

- No me jodas, o me los encuentran o no va a parpadear en ninguna de las guardias que me van a hacer de aquí a que me jubile... ¡como poco!.

Los tres cabos comenzaban a buscar con serias dificultades, incluso para encontrarse a si mismos, ya que apenas podían ver sus narices al estirar los brazos. Con serias dudas acerca de si fue buena idea hacerse guardia civil en vez de estudiar empresariales, seguían la batida del terreno en búsqueda de huellas, sonidos u olor a anís del mono. De repente, los gritos de Gutierrez llamando a sus hombres provocan la alerta, todos acuden al origen de la llamada donde se encuentran con unas llamativas bengalas alumbran una zona en la que se disponen varias cajas, envueltas para regalo, y una cartulina en la que les desean "Paz para todos los hombres de buena voluntad, posdata: Son dromedarias".

En la escena también ven al sargento: sentado al lado de uno de los bultos, ya abierto, mientras en sus manos guarda un Madelman benemérito. Compungido, no sabe qué decir, eso fue lo que siempre pidió cuando era chico y jamás tuvo. No hay pisadas ni marcas alrededor, ni mucho menos rastro de los huidos, todo parece haber sido realizado de forma milagrosa. Pronto, un carraspeo pide explicaciones al sargento desde su Walkie Talkie.

- Reyes... y magos - susurraba Gutiérrez boquiabierto y con los ojos como platos -. Mi teniente, ¿está ahí? - agitó la cabeza, estaba pensando con rapidez - Que siii... que si le ha gustado la broma, sí sí, la broma, claro... que ya se lo olía, claro, es que usted es muy listo, ¿que cómo se me ha ocurrido semejante majadería? Es una tontería, como le dije antes, si le contara la verdad... ni se la creería.


REBECA RODRÍGUEZ (GALADRIEL)

Un mar de lágrimas se acaba de llevar lo poco que queda de tu inocencia cuando descubre que un retraso de dos meses no es casual, pese a tus quince años. Con la prueba de embarazo entre tus manos, sentenciándote a madurar de golpe, te sientas en el borde de la bañera preguntando al aire cómo se lo dirás a tu madre. Su fe católica, algo cerrada te estremece de pies a cabeza y parece que ya escuchabas sus gritos de insolencia por tener una hija como tú. Te miras al espejo, observas tu trágico semblante, y dejando caer las lágrimas a su libre albedrío, lamentas ese día de botellón, que acabó engendrándote un bastardo; y ahora no hay solución. El desprecio dedicado a ti misma es el regalo de tu conciencia, tal vez incluso el de tu madre –ya haces el trabajo por ella-.

Embarazo no deseado. Lo peor: no saber quien es el padre. Te secas la cara y tratas de serenarte, tu madre está a punto de llegar; habéis quedado para decorar el árbol de navidad juntas. Sois conscientes de que va a ser otra navidad difícil, sin el monarca, pero al fin y al cabo, juntas. Vuelves a sentirte sucia por fallar a las normas de tu madre –tan duramente impuestas-, sientes que fallas a lo único que te queda en ésta vida. Y mientras todo ese huracán de sentimientos arrasa tu dulce edad algo dentro de ti crece por momentos, que para ti es una monstruosidad. Pronto te imaginas gorda e hinchada, la ropa no te cabe. Por no hablar de los dolores de parto. ¿O ahora lo hacen con la epidural? ¿Qué sabrás tú de todas esas cosas si hace pocos años jugabas con muñecas de cristal?

Mas tarde vendrá mantener a un lactante. ¿Cuánto dijeron el otro día en las noticias que costaba sacar adelante un bebé? ¿Ochocientos euros al mes? Tampoco lo sabes con certeza. Una vida de desgaste trabajando día y tarde para darle todo lo que necesite. Se acabaron los estudios, se acabaron los fines de semana, el botellón ni olerlo y nada de trasnochar. Demasiado sacrificio para una niña de tu edad.

Piensas en aborto y te mueres de vergüenza, porque si ya has fallado a tu madre, que dirá si acabas con una vida sin darle una oportunidad. Se te desgarra el alma al verte atrapada sin salida, lloras por tus quince años y por esa libertad que una vez te diste aquel viernes, hasta la saciedad. Pues ya no eres niña, eres mujer. Toca ser consecuente de tus propios actos, toca contarle a tu madre la verdad.

Acaba de abrir la puerta de la casa y tú te aferras al lavabo con toda la fuerza que el cuerpo te da. Sales del baño sin indicios de lágrimas en los ojos y te encuentras a tu madre con una caja llena de bolitas de navidad.

“Vamos al tajo”, dice ella tratando de ser genial, con esa sonrisa que nunca pierde su rostro, algo cetrino desde que tu padre ya no está. Esa sonrisa es la que te derrumba y comienzas a llorar. Te tambaleas tontamente y con suerte te agarras a la pared, reciproca de tu lamento.

“¿Has vuelto a suspender?” –Pregunta ese ángel de la navidad- “no pasa nada, hija, con un poco de esfuerzo veras como lo sacas”.

Tú niegas con la cabeza y ella comprende que algo diferente, algo importante te pasa. Deja la caja sobre la mesa y se acerca a donde estás. Te abrazas a su cuello y derramas sobre ella tu escasa dignidad. Sentadas frente al árbol desnudo, implorando que vistan su vergüenza, le cuentas a tu madre lo que crece dentro de ti. Esperas una buena reprimenda, tal vez un bofetón, incluso puede que te eche a la calle, pero lo único que ocurre es que se cubre el rostro por dolor. Esperas que digiera tu noticia, esperas que descubra su decepción, y cual es tu sorpresa que te encuentras una madre llena de comprensión.

“Yo también fui joven, hija mía, ¿o a caso crees que fue diferente para mi?”.

Traidora lágrima que surca su rostro cuando te dice con decisión que ni mucho menos está enfadada, acepta lo que venga; eres su hija, no hay más discusión.

“Seremos madres juntas. Yo le mantendré hasta que termines la secundaria y tú le educarás”.

Un abrazo sella ese pacto y notas que tu estómago se alivia. Os ponéis a disfrazar el árbol, henchido de orgullo por tener decoración nueva este año, y con una media sonrisa, tímida ante todo, le preguntas a tu madre

“¿Será el espíritu de la navidad, que hasta las noticias mas dolorosas se aceptan con facilidad?”

“No” –contesta ella, orgullosa de su papel en ese hogar- “es el espíritu familiar, que se enfrenta poderosamente a cualquier tempestad”.

lunes, enero 01, 2007

Patricia Flores Figueroa protagoniza la noche del 3deNit, con Sandra Llabrés y Joana Pol.

Y la protagonista de nuestro programa número 30 fue Patricia Flores Figueroa, una muy interesante escritora como podréis ver, concretamente es la autora de EN TIERRA CRUENTA, publicada con MINOTAURO y finalista del prestigioso concurso convocado por la citada editorial en 2004.










1. LEMA
Él trae muerte, él sabe a muerte… su beso me lanza a las sombras.

2. BIOGRAFÍA
Nombre: Patricia Flores Figueroa
Lugar de nacimiento: Guadalajara (Jalisco), México
Fecha de nacimiento: 23 de noviembre de 1980.

Publicaciones
En tierra cruenta (Ediciones Minotauro, abril de 2005): Novela de terror.
TDL V (Ediciones Ábaco, 2006): Participación en la compilación de relatos que resultó del concurso TDL V de Sedice.com con el cuento El Grito.

Artículos y reseñas
Tierras de Acero Magazine:
De grimorios y fantasía real (julio de 2006).
El conde que fue príncipe (noviembre de 2006).

Sedice.com:
El retrato de Dorian Gray (reseña)
Especial clásicos fundamentales de la literatura: El retrato de Dorian Gray (artículo sobre vampirismo en la obra de Oscar Wilde).
Llantos de strigoi y risas macabras, los rostros del vampiro (artículo).

Proyectos de publicación
Sepulcralia: contribución con el relato A sus pies en una antología de terror conformada por escritores como David Mateo, Laura Gallego, Javier Negrete, Juan de Dios Garduño, entre otros. Las ilustraciones corren a cargo de Manuel Calderón y el prólogo ha sido escrito por Rafael Marín. El proyecto está terminado, pero aún no existe un contrato de publicación.

Reconocimientos

Finalista del Premio Minotauro 2004 con la novela En tierra cruenta.
3. MANIFIESTO
La belleza y la fealdad no son representaciones físicas de la maldad y la bondad, respectivamente. La división entre estos valores es, además, más difícil de establecerse de lo que podría creerse.
La belleza es nula sin un espíritu fuerte, debe tener algo que la haga interesante. Lograrla no supone tomar rutas fáciles: puede estar escondida en la oscuridad, en la perversión, en la perfidia. De hecho, la belleza más desgarradora es esencialmente la que posee un lado maléfico; la que produce un cruel desengaño y a la vez inspira un violento deseo de perderse.

La sensualidad, la prohibición… son altamente estéticas. Buscar nuevas posibilidades en estos rubros, sin importar el extendido uso que se le haya dado antes a ciertos temas, es una oportunidad creativa importante. Hay asuntos que aparentemente no impresionan tanto como antes, pero que aún tienen mucho que dar.

El héroe homosexual sigue fascinándome. Ha sido el primer elemento que me atrajo de la obra de Joana Pol, por ejemplo. La homosexualidad, en fin, la sexualidad en sí prácticamente no se toca en fantasía (claro que en terror, que es más mi género, el sexo es algo más recurrente). A pesar de que puedo disfrutar leyendo sagas al estilo Tolkien, no dejo de reconocer que a veces me harta el machismo y la simplicidad psicológica que los personajes de muchas novelas continúan exhibiendo. Se invierte mucho en ambientación y documentación, pero en muchos libros los personajes tienen un desarrollo primitivo y resultan ser casi siempre planos.

Creo que la fantasía pide a gritos una más amplia participación femenina para reinventarse. No pretendo estereotipar, todas las generalizaciones son arbitrarias, pero en lo que concierne a la fantasía hay cierta tendencia masculina a sobrevaluar el poder y la fuerza, mientras que las mujeres que se adentran en este género suelen ser mucho más refinadas para construir personajes y otorgarles una gran riqueza psicológica. Me parece, por tanto, que es muy valiente tocar esos temas que pocos quieren admitir que existen, pensar - como dicen los anglosajones - "fuera de la caja". Es natural que obras que transgreden los seguros límites de cualquier género causen polémica, pero a medida que pasa el tiempo es más probable que trascienda un libro osado que uno que se apega más a lo que “funciona” en su época.

4. LECTURA

(Fragmento de la secuela de “En tierra cruenta”, aún inconclusa)

Y desaparecemos… la luz mortecina que invade el interior de la diligencia en movimiento se quiebra en un arco iris deslucido, mientras que la tarde agonizante avanza irreal por el bajorrelieve que reviste las ventanas. A través de las curvas traslúcidas del estampado de tréboles de cuatro hojas admiramos la versión censurada de un entorno sin imaginación.
El viento asume una identidad despótica. Parece un rey de traje grisáceo que desfila en medio de largas hileras de súbditos temblorosos haciéndole reverencia. Todo cuanto está a la intemperie se inclina solemnemente ante él.
Las nubes nos persiguen como una pléyade de monstruos voladores. El cielo plomizo amenaza con romper en llanto. A medida que la velocidad aumenta, los árboles-vasallos se disuelven en una pasta grumosa. En esta progresiva fusión entre gris y verde esmeralda, las formas reconocibles se agotan rápidamente. ¿Quién sostiene las riendas? No lo sé. ¿A dónde vamos? No me importa.
Con una gracia humanamente inconcebible, él se recuesta frente a mí sobre una banca que no es lo suficientemente larga para acoger por completo su figura. Sus dilatadas pupilas color lila recorren mi escote, una y otra vez, con un aire de falsa inocencia.
El acompasado trote de los caballos armoniza con la percusión continua, pero de intensidad variable, de las gotas de lluvia que se estrellan contra el cristal. ¡Qué hermosa improvisación! Esa música nos arrulla, pese a que los sobresaltos provocados por el camino empedrado nos sacan ocasionalmente de balance. El viento se cuela por la imperfecta articulación de las puertas, acarreando consigo un delicado perfume floral que se combina con el aroma a madera dentro del carruaje.
Ahora, más que nunca, la percepción me hace partícipe de su compleja textura de estímulos. La naturaleza se compone únicamente de ávida sensualidad en continua mutación. En este lienzo cambiante que habitamos, los elementos serpentean hambrientos en una orgía subterránea para enervar nuestros sentidos. Somos personajes haciendo de un escenario de artificio una ilusión viva. Gris-verde sobre un fondo de herraduras y agua en el que se aspiran los efluvios de flores y madera húmeda... ¿acaso la pasión nos fundirá en un solo ser camaleónico, por siempre insaciable?
Lo veo acomodarse en el suelo; luego incorporarse tirando de la tela de mi largo vestido rojo, de la misma manera en que el príncipe habría asido los cabellos de Rapunzel, aunque yo me encuentro – obviamente – exenta del indescriptible dolor capilar que la rubia prisionera debió haber experimentado.
Él ya está sobre mí, me estrecha con fuerza mientras mis manos emprenden repetidamente un ansioso recorrido que comienza en la parte media de su espalda y termina en sus muslos, impecablemente cincelados.
Una serie de cuchilladas profundas lancina el interior de mi boca. La sensación es ambigua, lleva cierta carga de dolor, pero es un dolor agradable; semejante a aquel que podría ser producido por un par de dedos ejerciendo presión sobre una equimosis. Sus labios se contraen violentamente, él también sucumbe al filo de mi beso.
Sobre mis breves senos palpitantes resbala ambrosía hirviente que mana de nuestros labios en tormentosa sutura. El gusto, indescriptiblemente delicado, de la promiscuidad de nuestras sangres compensa las heridas. Difícilmente notamos que el ocaso se desploma sobre nosotros. Fuera, las luces de la diligencia proyectan un brillo espectral sobre las ventanas empañadas.
Mientras tanto, los caballos nos conducen hacia un vado redondo y ancho que podría haber sido un enorme espejo olvidado en mitad del bosque por una mujer gigante. A la izquierda y a la derecha, amorfos seres plateados se alzan escupiendo pequeñas esferas transparentes que, sobre el fondo negro y azul oscuro de la noche, resplandecen como diamantes. Cada criatura profiere cientos de voces distintas que oscilan entre discretos cuchicheos y abiertos insultos.
Veo un lamento prolongado y agudo surgir por encima de él y cruzar los límites de nuestro carro, a unos cuantos centímetros de mi cabeza. He usado el verbo correcto: lo veo. Su aspecto no es muy diferente al de un relámpago.
Me vuelvo hacia una pequeña ventana que está detrás de mí, justo en medio de mi respaldo tapizado, para seguir con la vista la trayectoria de aquel sonido. No sé si él se ha dado cuenta de lo que acaba de ocurrir, parece que no siente el más mínimo interés al respecto. Lo único que hace es seguir con naturalidad los cambios de posición que tomo, sin hacer preguntas.
Presiento que alguien está detrás de nosotros, vigilándonos. En medio de las olas procreadas por las ruedas distingo una silueta canina que, literalmente, traspasa mi alma con su fija expresión de amenaza. Lo más inquietante es que, a través de sus débiles trazos, repta el camino acuoso que acabamos de dejar atrás.
Él atrapa de pronto mi rostro entre sus dedos pulgar e índice. La lluvia, que hasta hace un minuto había sido suave, se torna tan violenta que nuestro carro comienza a tambalearse. Se desata una serie de relámpagos que nos somete a una incesante alternancia de luz azul y tinieblas. Uno de ellos descubre un brillo cruel en los ojos de mi amado, al mismo tiempo que un aullido irrumpe desde fuera, aunque podría jurar que este último ha brotado de su mirada vesánica.
Nos acercamos a un grupo de árboles anormalmente altos. Juntos forman una especie de túnel muy oscuro. Algunas ramas muy bajas nos embisten en fila, desencadenando un golpeteo sordo. Entre cada tronco se asoman siluetas fantasmales y en cada cuarto de los trifolios de cristal se dibuja un corazón…

5. CANCIÓN
Es una pregunta difícil, pues la música está siempre presente en mi trabajo tanto explícita como implícitamente. Me he basado muchas veces en la sensación que producen ciertas canciones y en las imágenes que me evocan para escribir fragmentos clave. En “En tierra cruenta” hago alusión directa a Je t’aime… moi non plus de Serge Gainsbourg, a Hollow eyes del grupo gótico Red Lorry Yellow Lorry y a Hungry like the Wolf de Duran Duran. Aunque si se trata de seleccionar un tema que englobe el espíritu general de lo que he escrito me quedo con A forest de The Cure.

MALLORCA FANTÀSTICA 2007

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