miércoles, octubre 25, 2006

Alejandro Blasi: escritor, músico y artista gráfico.

Pues el autor de la semana ha sido en esta ocasión Alejandro Blasi, argentino de nacimiento y mallorquín de adopción, actualmente vive en Manacor y la madrugada del pasado miércoles nuestras pérfidas entrevistadoras Sandra Llabrés y Joana Pol prácticamente le abrieron en canal para ofrecérnoslo en sacrificio.
Descubrimos a un autor que hace una literatura de fantasía y ciencia ficción en un estilo onírico y lleno de poesía, que además es artista plástico (todas las imágenes del video son suyas), y por si fuera poco también es músico (durante todo el programa nos deleitaron con la música de BABEL, su grupo). La lectura corrió a cargo de Sandra Llabrés, Carles Riera y Llorenç Real. Que lo disfrutéis.







LEMA:

¿Y si los dioses que nos sueñan despiertan un día?



BIOGRAFÍA:

Me llamo Alejandro Blasi, nací en Buenos Aires, Argentina, hace 38 años, pero desde hace un par digo que tengo 40 porque me gustan los números redondos.
La vida y el viento me trajeron a Mallorca hace 6 años. Me vine por intuición, me quedo porque me encanta.


Mi quehacer artístico abarca la literatura, la música y las artes plásticas, disciplinas que abordo con idéntica pasión ya que las considero distintas maneras de expresar lo mismo.
De momento, mi currículum literario se circunscribe a la publicación en Argentina de un libro de relatos fantásticos, con ilustraciones propias, titulado “El árbol de los prodigios”.
En Mallorca, hoy por hoy, mi libro está a la venta en una sola librería, “Món de Llibres” de Manacor, mi ciudad, un poco por una cuestión de cercanía y otro poco porque Fausto, su dueño, es un tipo muy simpático y, además de tener un nombre muy apropiado para el dueño de una librería, creyó en mi obra aún antes de que ésta fuese publicada. Él fue una de las primeras personas -fuera de mi círculo de amigos- a la que hice leer el manuscrito y fue él, junto a mi entrañable amigo Cinto Planas, quienes me impulsaron a probar suerte en las editoriales, diciéndome que a alguna le iba a resultar interesante una obra de esas características. Para mi sorpresa, tenían razón.

Cambiando bruscamente de tema, me gustaría decir que tengo mucho y por eso soy muy agradecido con la vida.

Por ejemplo, tengo una compañera maravillosa sin la cual me hubiese sido imposible lanzarme a la aventura de cruzar el Atlántico y empezar mi vida de nuevo a 12.000 km de la tierra en la que nací.
Tengo también dos padres increíbles que me dieron amor sin límites y una educación envidiable.
Tengo un hermano que me apoya incondicionalmente y que siempre está cuando lo necesito.
Tengo amigos que no tienen precio.
Tuve maestros a los que estaré agradecido para siempre.
Tengo más vergüenza de la que debería.
Tengo menos paciencia de lo que sería aconsejable.
Tengo un piso sujeto a los díscolos caprichos del dios euribor.
Tengo un coche viejo que me lleva a todas partes.
Tengo muchos discos, muchos libros, muchos proyectos y pocas pulgas.
Como puede apreciarse, soy una persona afortunada.





MANIFIESTO:

A menudo se me pregunta por los motivos que me llevan a escribir lo que escribo o, en otros ámbitos, a pintar lo que pinto; en definitiva, a tergiversar los hechos y las cosas como suelo hacer.
La respuesta a este interrogante es tan simple y pueril que me sonroja su mero enunciado: el mundo en el que vivimos, aún con todas sus miserias, se revela ante mis sentidos como algo maravilloso; por lo tanto, considero arrogante el menor intento de reproducir la realidad tal cual la vemos.
¿Cómo competir, por ejemplo, con el diseño de las alas de una mariposa?, ¿tiene sentido hacerlo?, y en todo caso, ¿es eso posible?
Para decirlo de otro modo: desde mi discutible punto de vista el más noble propósito del arte es mentir, fingir que el mundo es algo que no es.
A veces me siento como un viajero: alguien que recorre mundos imposibles y desde allí envía postales a sus amigos. Mis cuentos, mis pinturas y mis canciones son eso: postales, pequeñas ventanas para asomarse a los incontables universos que pueblan mi mente. Me gusta considerarme un “imaginador” (si se me permite el neologismo) más que un artista, término que considero un poco devaluado, además de afectado.
Me siento deudor del arte fantástico de todas las épocas y todas las disciplinas artísticas: literatura, artes plásticas, cine de ciencia ficción y cualquier cosa que estimule mi imaginación.

Dentro de la literatura fantástica, me siento cercano a los autores que no sólo exploran el espacio a bordo de fulgurantes naves interestelares, sino que también se asoman a los confines del alma humana. Digo esto y pienso inmediatamente en Ray Bradbury, en Cortázar, en Stanislav Lem, en Borges, en James Ballard, en Bioy Casares, en Lovecraft y en tantos otros que me acompañan desde siempre.

Una confesión: a la edad en que mis amigos iban a bailar, yo me quedaba dibujando universos imaginarios hasta altas horas de la noche, por eso ellos bailan mejor que yo, y por eso yo dibujo mejor que ellos. Todo tiene una causa. Todo menos la nariz de mi vecino claro, que escapa a toda lógica.
EL EJÉRCITO PERFECTO

Tengo la indeclinable intención de dominar el mundo, es cierto; mas puedo asegurar que mis razones muy lejos están de la megalomanía de la que me acusarán mis enemigos, una vez derrotados. Por el contrario, es el amor el viento que insufla mis velas, y en aras de ese amor he trazado pacientemente las directrices de un plan que no puede más que conducirme a la victoria.
La estrategia que seguiré será extremadamente sencilla y eficaz: daré expresas órdenes a mis científicos e ingenieros genéticos, para que diseñen en nuestros laboratorios un ejército perfecto, constituido por cien mil soldados perfectos. Así de simple. Y así de bello.
Estos soldados serán réplicas exactas de mi adorada Anna Kournikova y, por lo tanto, serán indestructibles. Estarán dispuestos, en todo momento, a dar la vida por su patria, y la patria seré yo.
Imaginen: un ejército de cien mil Kournikovas masacrando sin piedad a mis enemigos.
Doscientos mil muslos perfectos, marchando sincronizadamente a través de las ciudades conquistadas.
Cien mil blondas cabelleras ondulando al viento, como si de cien mil estandartes victoriosos se tratase.
Doscientas mil largas piernas torneadas, disponiendo de doscientos mil calzados deportivos, machacando el suelo donde nunca más volverá a crecer la hierba.
Cien mil raquetas de destrucción masiva, sostenidas por doscientos mil brazos perfectos de bíceps adorables.
Doscientos mil preciosos ojos azules con mirada infrarroja, acechando en la oscuridad, acercándose sigilosamente al cuartel enemigo.
Cien mil vientres fecundos y lisos como tablas, llevando en su interior la promesa de un mundo perfecto y sin fealdades.
Doscientos mil pechos turgentes, de proporción áurea, enfrentando con gallarda elegancia las balas enemigas.
Cien mil traseros inexpugnables y libres de celulitis –formados por doscientos mil glúteos pétreos y prodigiosos– moviéndose decididamente al compás de valerosas músicas marciales.
Doscientas mil delicadas manos que nacieron para amar, pero estarán destinadas a matar a quienes odio.
Cien mil narices naturalmente perfectas, señalando como una brújula inequívoca el rumbo establecido por sus superiores.
Doscientas mil perfectas orejas espías, infiltrándose tras las líneas enemigas y desvelando ominosos secretos de estado.
Cien mil faldas, diminutas hasta lo indecible, ocultando cien mil tesoros.
Doscientos mil hoyuelos en doscientas mil mejillas rozagantes, albergando doscientos mil microchips con órdenes secretas.
Cien mil Kournikovas, señores; ni una más, ni una menos. Serán suficientes –lo sé– para alcanzar mis objetivos.
Luego ordenaré construir en diversas partes de mi vasto imperio, noventa y nueve mil novecientas noventa y nueve efigies con mi rostro, de unos treinta o tal vez cuarenta metros de altura, con mi uniforme de gala y mis condecoraciones más resplandecientes.
Y los cien mil rostros perfectos de mi querida Anna, no podrán evitar enamorarse de esas noventa y nueve mil novecientas noventa y nueve imágenes de su general (más la mía verdadera, por supuesto) y así, consumaremos cien mil veces nuestro amor en un mundo perfecto. Ya verán.
LA VENGANZA

Nada en el mundo podría haberlo preparado para imaginar un dolor como el que estaba sintiendo.
Miró aterrado su vientre. Los intestinos manaban de él, como una desquiciada flor escarlata.
Los grandes ojos del Minotauro, fijos en los suyos, observaban con deleite el racimo de sensaciones inenarrables que se dibujaban en su rostro desencajado.
Paralizado por el espanto, incapaz de reaccionar ante el tamaño de su desdicha, intentó articular un gutural pedido de compasión. En su lugar, brotó de su boca un copioso manantial de sangre, que el Minotauro lamió con lentitud, ante el fervor de los miles de seres mitológicos que observaban extasiados desde la tribuna. Podía sentir el aliento fétido brotando de las enormes fauces y la presión de aquellos pesados cuernos sobre su frente.
Por último observó, ya en el paroxismo del horror, cómo su monstruoso victimario le hundía las manos en el pecho, para extraer de un tirón su corazón y ofrecerlo victorioso a la multitud, que deliraba en un solo clamor saludando con vítores al vencedor.
El torero despertó de un sobresalto, con la boca reseca y el corazón a punto de estallar. Jamás había experimentado una pesadilla tan vívida, ni sentido pavor semejante.
SÓLO UN SUEÑO

¿Y si los dioses que nos sueñan despiertan un día?
¿Serán concientes estas inasibles deidades de que al soñar generan toda esta maraña de desasosiegos que llamamos ingenuamente la realidad?, ¿o será que –como para nosotros nuestros propios sueños– esta realidad (nuestra realidad) escapa a su poderosa voluntad, adquiriendo formas caprichosas, impredecibles e insensatas?
¿Será acaso esta vida que llevamos –y todos sus aparentes portentos– el débil reflejo de un débil reflejo?
Haciéndome estas preguntas estaba yo cuando cerré los ojos y me dormí profundamente.
Y soñé una realidad que, en mi sueño, duraba miles de millones de años. Soñé un universo entero, y dentro de ese universo, cientos de miles de galaxias. Y dentro de una de esas galaxias soñé que soñaba un mundo modesto y a la vez desatinado: un diminuto, frágil y exuberante planeta llamado Tierra, apenas una pequeña lágrima en el desmesurado océano cósmico. Y soñé que este orbe desangelado contenía desiertos y mares y selvas y bosques y seres que los habitaban. Soñé también guerras, amores, gente que soñaba, soñados que creían vivir y vivos que ansiaban soñar.
Soñé que al despertar escribía el sueño en unas pocas líneas y alguien lo leía con incredulidad.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Un programa perfecto, me alegro que quede constancia en la red porque fue un gran programa. Felicidades, Alejandro Blasi

Anónimo dijo...

Muchas gracias por la pequeña parte que me toca. Fueron las anfitrionas quienes hicieron todo el trabajo, yo sólo me dejé llevar...
Fue un verdadero placer.

Anónimo dijo...

Yo soy nueva y solo he escuchado los ultimos cuatro programas, pero son una pasada, y tus lecturas son muy bonitas y como dijeron en la radio los textos estan muy bien cuidados, se nota que cuidas hasta el ultimo detalle. ¿Como conseguir tu novela? Yo soy de Donosti.

Ainhoa

MALLORCA FANTÀSTICA 2007

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