miércoles, noviembre 08, 2006

Miguel Herrero Uceda en IB3-Radio, con Sandra Llabrés y Joana Pol.

El autor de esta semana ha sido Miguel Herrero Uceda, autor de EL ALMA DE LOS ÁRBOLES, un hermoso libro de botánica que incluye leyendas clásicas, poemas de los mejores autores españoles, anécdotas, curiosidades y reflexiones del autor. La conductora del programa, Sandra Llabrés, y la escritora Joana Pol, quien colabora cada semana en ES RACÓ LITERARI, entrevistaron al autor en directo. Participó en la lectura el incomparable Carles Riera, y en una bella interpretación de Yavéh Llorenç Real, a quien nuestros oyentes ya conocen de otras intervenciones, como la ya mítica de Alejandro Blasi, EL ÁRBOL DE LOS PRODIGIOS.





Es Racó Literari de 3 de Nit, de IB3-Radio.


1-LEMA: El alma de los árboles

2-BIOGRAFÍA: Miguel Herrero Uceda compagina su dedicación de ingeniero con las labores de conferenciante, colaborador de diversas revistas y profesor de Investigación Operativa en la Universidad Complutense de Madrid. Es licenciado en Informática y doctor en Inteligencia Artificial.
Su primer encuentro con los árboles fue en su época de estudiante de bachillerato; una de sus profesoras organizaba paseos por los parques de Madrid para reconocer los distintos árboles. Con el paso del tiempo, esas enseñanzas se fueron convirtiendo en admiración y respeto que, junto con una fina sensibilidad humana, han dado fruto en el libro El alma de los árboles, editado por Hedras.
Miguel es una persona cuyo carácter apacible esconde inquietudes intelectuales muy variadas y un gran afán por compartirlas.
El libro se encuentra en las grandes librerías: La Casa del Libro, El Corte Inglés y se puede solicitar en cualquier establecimiento.
Para más información: www.huingenieros.com/alma

3-MANIFIESTO: La idea de escribir este libro empezó cuando estuve plantando árboles en un jardín. En un principio confeccioné unas fichas con los datos básicos de cada especie. Poco a poco fui ampliando esta información. Le añadí poesías, leyendas, mitos e historias entorno a estos árboles. Así, me di cuenta que todas estas facetas no eran parcelas aisladas, sino que se complementaban y lo que es más importante: civilizaciones que no han tenido ningún contacto entre sí han visto a los mismos árboles de la misma manera. Por ejemplo, el almendro florece antes de que salgan las hojas. Mientras todos los árboles tiene un aspecto invernal, el almendro ha explotado en numerosas flores blancas, por lo que siempre se ha visto al almendro como un símbolo de precocidad, de anticipación a la primavera e incluso, ahondando un pocos más, del primer amor. Así se puede ver en la Biblia, en la historia de Fílide y Acamante, dos enamorados que aparecen en la mitología griega o en unos versos de Antonio Machado que reflexiona sobre su juventud pasada sin amor y no puede hacerlo a la sombra de otro árbol que no sea un almendro florido.


5-CANCIÓN: Fantasía sobre Green Sleeves (mangas verdes) de Ralph Vaughan Williams
El origen de esta melodía se halla en una antigua canción galesa dalen gwyr, que significa hojas verdes, donde se ensalza al avellano como fuente de fertilidad y erotismo. En inglés su traducción es green leaves, pero pasó como green sleeves, que no es otra que la conocida melodía inglesa mangas verdes en la que se basó Vaughan Williams para componer su famosa fantasía.

LECTURA



El granado,
fecundidad y exuberancia





Por sus innumerables semillas, la granada es símbolo de fecundidad, atributo de Hera y Afrodita, las diosas del amor y de la fecundidad. En Roma, el tocado de las novias estaba hecho de ramas de granado. En África es símbolo de fecundidad maternal. En la India las mujeres beben jugo de granada para luchar contra la esterilidad. La disposición de los granos, tan unidos los unos con los otros, se ha considerado símbolo de la amistad. La separación de estos granos amigos ha de realizarse con suavidad; si al abrir el fruto, se separan con violencia, se rompen las bolsas que contienen las semillas y parece como si el fruto llorara por la brusca rotura de la unión.


La granada es corazón
que late sobre el sembrado.
Un corazón desdeñoso
donde no pican los pájaros.
Un corazón que por fuera
es duro como el humano,
pero da al que lo traspasa
olor y sangre de mayo

(F. G. Lorca)


Según la mitología griega, un granado brotó de la sangre del dios del vino, Dionisos, cuando fue despedazado por los titanes; por ello, el fruto se abre como una herida, mostrando su interior rojo. La granada simbolizaba la promesa de resurrección, pues Rea, la abuela de Dionisos, logró recomponerle y devolverle a la vida. También la tradición helénica cuenta que Hades, el dios del mundo subterráneo, raptó a la hermosa Perséfone; su madre, la diosa Hera, la buscó desesperadamente hasta encontrarla y recuperarla; pero la joven había comido siete granos de una tentadora granada cuando estuvo en el reino de los muertos, rompiendo el ayuno aconsejado por Zeus, por lo que se vio obligada a descender de nuevo a los infiernos. Finalmente, llegaron al compromiso de que Perséfone pasara parte del año con Hera, la diosa de la fecundidad, dando así origen a la explosión de júbilo de la primavera, y el resto con el dios del mundo subterráneo, de este modo, surgió el desapacible invierno.

La tradición judeocristiana ve en el granado un símbolo de exuberancia. Fue uno de los frutos de la ansiada tierra prometida (Números 13, 23), juntamente con uvas e higos: frutos de la tierra fértil que, por medio de la palabra de Moisés, Dios había prometido a los hebreos durante los cuarenta años que pasaron en el desierto.


Yavé, vuestro Dios, os va a introducir en la tierra buena, tierra de torrentes, de fuentes, de aguas profundas que brotan en el fondo de los valles y sobre los montes; tierra de trigo, de cebada, de viñas, de higos y granados, tierra de olivos, aceite y miel.

(Deuteronomio 8, 7-8)


San Juan de la Cruz en su Cántico espiritual reconoce en el fruto las perfecciones divinas: la redondez como expresión de la eternidad y la suavidad del jugo como el gozo de un alma que conoce y que ama. La iglesia misma se identifica como una granada que reúne bajo una cobertura protectora única a multitud de semillas fértiles de pueblos diversos.

En Oriente Medio, el valor de la granada excede al puramente nutritivo, pues está considerado como fruto medicinal. En un hadiz se indica: Quien coma tres granadas en el curso de un año, será preservado contra las enfermedades oculares por ese año. La literatura de este área es rica en imágenes en torno a la granada, a la que se le asocia cierto simbolismo femenino


Sus mejillas son como la flor del granado
y sus labios jarabe de granadas;
de su pecho de plata brotan dos granadas

(Antiguo poema persa)


Para los árabes el granado también es sinónimo de vergel y de regalo de Dios; con este sentido se menciona tres veces en el Corán.


Él es Quien ha creado huertos, unos con emparrados y otros sin ellos, las palmeras, los cereales de alimento vario, los olivos, los granados,...

(Corán, sura 6, aleya 141)





El granado en flor: hojas verdes brillantes salteadas por pétalos rojos
sobre un tronco rugoso.




Fílide y Acamante

Del libro “El alma de los árboles”



El almendro florece muy pronto, en cuanto en febrero la temperatura empieza a mejorar. Antes de que aparezcan las hojas en sus ramas, la copa explota en una exhuberancia de flores blancas. El hecho de que la mayoría de los árboles tengan aún el aspecto yermo y sombrío del invierno, mientras el almendro viste sus mejores galas juveniles, hacen que esa floración resulte aún más espectacular y lo convierta en un árbol muy valorado, pues anuncian de la llegada de la primavera.

Para entender y explicar este raro fenómeno los griegos buscaron una explicación mitológica. Se decía que Fílide, una princesa de Tracia, se enamoró de Acamante, un joven combatiente de la guerra de Troya. Cuando ella se enteró de la destrucción de la ciudad, todos los días acudía a la costa a ver la llegada de la flota ateniense, esperando encontrar el navío de su amado. Pero el barco no llegaba. Al noveno día de infructuosa búsqueda, la joven murió de pena, creyendo que él había muerto. La diosa Atenea metamorfoseó su cuerpo en un almendro, y, al día siguiente, tras haber reparado su nave, llegó Acamante, que sólo pudo acariciar la corteza del árbol. Fílide, desde su naturaleza arbórea, respondió a su amado floreciendo de repente, sin que hubiera dado tiempo a que las hojas brotaran. Así como, año tras año, los almendros repetían su floración precoz, los antiguos atenienses recordaban a estos enamorados todos los años mediante festejos y danzas.

Por esa anticipación a la primavera, esa explosión de júbilo, esa florecillas tan juveniles, sigue evocando la imagen pura del amor, el amor juvenil, el primer amor

Corté flores de un almendro
y amapolas de un trigal
y comparé sus colores
con los tuyos, Soledad
cuando me hablan de amores

(Fandanguillos)

De igual forma el poeta Antonio Machado al reflexionar sobre su juventud pasada sin amor lo hace debajo de un almendro, debajo del árbol que rememora a los jóvenes enamorados Fílide y Acamante.

La primavera besaba
suavemente la arboleda.
Las nubes iban pasando
sobre el campo juvenil...
Bajo ese almendro florido,
todo cargado de flor
—recordé—, yo he maldecido
mi juventud sin amor.
Hoy, en mitad de la vida
me he parado a meditar...
¡Juventud nunca vivida,
quién te volviera a soñar!

(A. Machado)

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